lunes, 27 de agosto de 2007
lunes, 20 de agosto de 2007
Sol de invierno
Llegó el sol de invierno y poco a poco la nieve se derrite. Sin embargo, los muertos que quedaron en el camino siguen penándonos, mostrando sus cuerpos secos a los rayos del sol. Las achiras de mi jardín están secas, el bello hibiscus que mi vecina cuidaba con tanto esmero está quemado.
La nieve, que tan bonita se veía, con la que jugué, la que cubrió mi jardín y le puso un velo a la cordillera las mató. Cayendo en copos, silenciosa... me gusta cómo mata la nieve. No deja rastros y es tan blanca, tan pura. Simplemente cae, cae y te va entumeciendo, te va quitando la sensibilidad y te va durmiendo hasta que no sientes tu cuerpo, hasta que ya no es tuyo sino que le pertenece a la nieve.
Y ahora viene el sol, pero un sol que no calienta, que no quema. Un sol que sale de detrás de las montañas sólo para alegrarnos el día. Un sol inofensivo, o casi. Un sol que derrite la nieve y se la lleva con él. Porque todo tiene que morir y el ciclo tiene que continuar.