martes, 15 de julio de 2008

Yo también quería un mono

Nunca pensé que fuera 'tan' anormal querer tener un mono cuando era una niña, hasta que hace poco se lo comenté a mi mamá y me puso cara de "en serio?". Y sí, yo soñaba con tener un ser casi de mi porte y casi de mi inteligencia, con mucho más talento que yo para colgarse de las lámparas, los postes de la luz y el gran parrón que mi papá había construido en casa (de fierro, obvio).

Me imaginaba tomándolo de la mano y enseñándole a pintar, a dibujar y a escribir (pese a mi poco talento para las artes... pero él seguramente sabría menos que yo; punto a favor). Él me enseñaría a no temerle a esos fierros pintados en forma de escalera horizontal o telaraña que habían en la plaza y donde todos los niños se colgaban menos yo, porque me daban miedo.

Bien podría pensarse que esto corresponde al deseo de tener un hermano. Puede ser. Pero las ventajas que tenía mi mono imaginario eran bastantes comparadas con un ser pequeño, llorón y absolutamente dependiente del resto (en esa época ya sabía lo que era un hermano... y con mayor razón me quedaba con el mono).

Y bueno, me acabo de enterar que no soy la única que soñaba con tener un simio. A diferencia de la mina del blog, eso sí, a mi jamás se me hubiera ocurrido pedirlo para Navidad: primero porque no creía en el Viejo Pascuero (debo haberlo hecho alguna vez, supongo, pero yo no lo recuerdo), y segundo porque me daba vergüenza pedirle como regalo de Pascua un mono a mis papás... a mi papá en realidad.

Si hubiese sido a mi mamá, pase... pero por alguna razón suponía que mi papá lo iba a considerar extraño. Y eso significaba una larga conversación para indagar las 'verdaderas' razones por las cuales quería tener un mono... y yo no quería explicar nada, sólo quería mi mono!

Así, mientras mis amigas pedían barbies, pequeños ponies, ropa linda y maquillaje. Yo, en cambio pedía radio con micrófono, libros, lápices de colores y que me llevaran a las camas elásticas... y soñaba con mi mono.

Quizás porque era mi oportunidad de ser un poco más salvaje, de evadirme del mundo de adultos al cual siempre he pertenecido, en el fondo, de ser un poco más niña.

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