viernes, 28 de noviembre de 2008

Y feliz, me fui a la mierda

¿Sabes cuál es mi sueño?... uno sólo tengo. Hace 20 años tenia montones, ahora sólo tengo uno.

No tengo tiempo, así que tengo que negociar... abandonar todos mis sueños anteriores y quedarme con uno sólo, lo único que pido es que mínimamente se me dé. Irme a la mierda... no puedo más, hice todo mal, tanto preocuparme por todo el mundo... me quiero ir a la mierda, no sé dónde, lejos, que sé yo... estar ahí, yo y mi alma, tirado todo el día, sin cuentas, sin bancos, sin preocupaciones. Nada, tener tiempo para leer... Irme a la mierda, sin nadie que me joda... ese es mi sueño.

Fragmento de "El hijo de la Novia"



Es fin de año y las energías bajan, la pega agobia y a uno le bajan unas ganas locas de mandar todo a la mierda. Las cuentas, la pega, la gente 'jodía' (no judía... bueno, quizás los judíos también); patear el computador cuando no funciona, tirar por la ventana la tele y sus 27 horas de ¿amors?, pitearse un empleado público de alto rango y asesinar al micrero que no me paró en la mañana.

Ese era mi estado de ánimo el miércoles. La cita de más arriba me daba vueltas en la cabeza: quería irme a la mierda. Con todas las ganas del universo quería borrarme, no estar... estar, pero para mí, no para la pega, los vendedores, la gente preguntona...

Y me fui a la mierda.

El jueves, el papá de una amiga tenía un Congreso de Docs en Viña del Mar, así que a la playa los pasajes. Aunque fuera por un día, por unas cuantas horas, tuve la exquisita sensación de irme a la mierda.

Llegamos muy temprano y todavía estaba nublado. Caminamos por la playa, jugué con la arena (me encanta, no puedo evitarlo, amo la sensación de que la arena se deslice por entre mis dedos), comimos pizza y hasta fuimos a jugar al Casino de Viña. Nunca había siquiera entrado a un casino, así que fue mi primera vez.

Era como estar en una tienda de flippers gigante (tuvo un poco de vuelta a la infancia... jeje), con máquinas de diferentes colores, luces y musiquitas por todas partes. Desde "El Mago de Oz" hasta "Village People", pasando por "El Señor de los Anillos" y "James Bond", todos estaban ahí, mirándonos desde las maquinitas brillantes pidiéndonos que apostáramos por ellos, en ellos.

Cambiamos nuestro billete por unas monedas grandes y pesadas que más parecían doblones, y ¡a apostar se ha dicho!

Las 3 primeras las perdimos aprendiendo cómo carajos funcionaban las maquinitas del infierno. Tenían un montón de botones: primero teníamos que decidir cuántos créditos queríamos apostar, luego poner a cuántas líneas íbamos a apostar ¿1? ¿3? ¿6? ¿9?... ahí nos fuimos al carajo y optamos por aplicar la antiquísima técnica de dedo loco, ampliamente conocida por los jugadores de flippers.

La suerte de principantes no nos acompañó y perdimos 2 doblones. Decidimos mandar al demonio las maquinitas brillantes y nos fuimos a la ruleta (también en versión electrónica).

Al principio no le achuntábamos a ni una. Claro, el parcito de neófitas le estaba apostando directamente al número, pero pronto descubrimos esas alternativas más modestas y más fáciles de jugar como: ¿alto o bajo? ¿par o impar? ¿rojo o negro?

En esta segunda etapa de apuesta un poco más consciente (fijándonos en los números anteriores y tratando de aplicar probabilidades), logramos recuperar algo así como el 70% de lo apostado. Yo quería seguir para recuperar el 100% y ver si podíamos ganar algo... mi lado ludópata comenzaba a salir a flote. Por suerte, mi amiga me sacó de un brazo.

Balance:
Lo pasé muy bien, comí rico, me quemé un poco la nariz, caminé, reí y descubrí algo de mi lado ludópata (nunca hagan tal de llevarme a un casino, vale?). Todo, obvio, con excelente compañía. Gracias Clo (sé que siempre lees y nunca posteas, así que confío en que leerás esto también, aunque creo que ya te he dicho lo mucho que te quiero, cabrita porfiada).

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Para vos...



Lo que yo no quiero son los problemas con las cuentas, los proveedores, todo eso. Pero… quiero los tuyos, quiero los de Vicki, los de mis viejos, te lo juro. Son mi familia, yo los… los quiero ayudar, ¿me entendés? Eh… ¡Ah! Y que… mirá, yo quiero… vivir toda una vida con vos, llena de problemas. Los tuyos y los míos, porque… porque esos son problemas, esos son. Y el que no tiene… esos problemas… bueno, ése es el problema más grande que puede tener.

Ricardo Darín en "El hijo de la novia"

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lunes, 24 de noviembre de 2008

La maña ortográfica

Soy maniática. No más ni menos que todo el mundo, pero maniática al fin y al cabo. Tengo más manías de las que me doy cuenta y, definitivamente, muchas más de las que me atrevería a reconocer.


Una de mis manías favoritas (porque yo me he ido encariñando con algunas) es la “maña ortográfica”. Me confieso maniática del buen escribir, me gusta que la gente no confunda las eses con las zetas, ponga las comas y los puntos donde corresponde y no se salte las malditas tildes.


La última vez que se me manifestó fue la semana pasada. Algo apreté en el maldito teclado que se me desconfiguró y perdí la maldita tilde. Me desesperé. Estaba el acento francés, ése que va hacia el otro lado y no lograba encontrar mi linda tilde. ¡Cómo carajo escribo sin mis preciadas tildes!


Por suerte volvió a la normalidad al reiniciarlo (me reconozco bastante bruta en materia computacional), pero fueron momentos de terror para mi maniática persona.


Realmente me rompe las pelotas la gente que no sabe escribir o que le da paja escribir bien. Puede ser un poco por deformación profesional, pero, por sobre todo, es por maña (cultivada a temprana edad por mis padres, hay que decirlo).


Alguien que escriba bien es, para mí, hasta más atractivo. En serio. Una vez una amiga de la Universidad, por aquellos lejanos días de primer año, me comentó que su entonces pololo músico (¡cuánta agua bajo el puente!) le escribía canciones con unas faltas de ortografía horribles, pero que a ella le importaban un comino porque ‘ay, qué lindo es él’.


Yo le comenté que, de pasarme eso a mí, me chocaría terriblemente que alguien me regalara cartas o canciones de amor mal escritas. Es como estar conversando por msn con algún chico o chica que te gusta y que quizás, tal vez, en una de esas, y de pronto te salga con un “hicistes”, un “tal ves” o con un horroroso ‘quizo’.


A mí ese tipo de cosas me hacen chirriar los dientes, mirar al cielo con expresión de dolor, me quitan parte del interés en la persona y el atractivo se va a las pailas.


Mi amiga se escandalizó, me dijo que cómo podía juzgar así a las personas, que poco menos que era superficial, que lo importante era el contenido y un sinfín de etcéteras. Incluso intentó convencerme de que estaba en un error.


No, para mí no es un error. No se trata de que prejuzgue, que piense que es un ignorante de mierda, que no le hable más y que lo borre de mi lista de contactos. No. Se trata simplemente que, para mí maniática personalidad pierde “puntos de atractivo”.


Así como para algunos una rubia teñida, una mina siliconada, un tipo depilado o un pelado no le resultan atractivos de partida, a mí un tipo que me hable mal o que escriba con las patas, me causa el mismo efecto.

En fin, es mi maña y, a estas alturas, le he tomado cariño. Además tengo un novio que la comparte... jeje =P

¿Qué mañas tienen ustedes?

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martes, 18 de noviembre de 2008

Mi hermano

Recuerdo eternas tardes de verano, cuando con mi mamá nos íbamos después de almuerzo a la plaza de la esquina a leer. Yo tenía poco más de 5 años y mi mamá me leía "Ami, el niño de las estrellas" y "La Vuelta al Mundo en 80 días". Con su enorme panza se echaba en el pasto, al lado mío, y, mientras yo veía fascinada las ilustraciones que mostraban al gran Phileas Fogg yendo de un lado para otro, ponía atención a la cristalina voz de mi madre.


En abril de ese año nació mi hermano. Mi único hermano. Hacía mucho frío cuando lo fui a ver a la Clínica el día que nació. La verdad yo no me acuerdo mucho. Mi tía me contó la historia de cómo la pequeña de cinco años y medio, abrigada con su poncho, iba de su mano cantando una canción que sonaba algo así como: "shabadá shabadá", mientras no paraba de reír entre nerviosa y feliz.


Se trataba de un descubrimiento, una cosa nueva. El hermanito tan anunciado finalmente había salido de la panza de mamá y ahora era un bebé pequeño, rojo y gritón. Llegó a revolucionar mi casa y mi vida, que hasta entonces correspondía a la vida de una pequeña de cinco años y medio, criada como hija única (no por ello una princesita malcriada), regalona (sobre todo de mi papá) y siempre mirada con recelo por mi abuela (paterna).


Mi hermano rápidamente se convirtió en el regalón de mi mamá y de mi abuela. Como mis padres trabajaban casi todo el día, quien nos cuidaba era ésta última. Mi abuela, que jamás había pasado a mi mamá, que jamás había demostrado mucho cariño hacia mí (el hecho de que me pareciera tanto a mi mamá sólo empeoraba las cosas), cayó rendida ante el pequeño reyecito. Según ella le recordaba a mi papá cuando era pequeño.

Casi no me dejaba ver a mi hermano y nunca me dejó tomarlo en brazos. Me decía que yo tenía las "manos de hacha", que se me podía caer, que le podía hacer daño. Hasta el día de hoy no puedo tomar a un bebé en brazos por temor a que realmente le pase algo. La única instancia en que podía estar con mi hermano era cuando llegaba mi mamá en la noche, y me pedía ayuda para bañarlo, y los fines de semana.


Desde chico fue nervioso, llorón y mimado. Me sacaba de quicio que, sin casi mediar provocación, se pusiera a llorar y que mi mamá le diera siempre la razón. Todo lo asustaba. Me acuerdo que yo lo perseguía por la casa de mi tía (cuando ya mis papás se habían separado) asustándolo con la famosa “mano pegaloca”... mi hermano le tenía terror. Cuando me hartaba, le pegaba.


Nunca tuvimos mucha cercanía física, no éramos de hacernos cariño o abrazarnos. Yo lo atribuyo a la distancia que desde pequeños mi abuela creó entre nosotros.


Pocos años después que mis papás se separaran, yo pasé a asumir un rol de autoridad con mi hermano. Lo mandaba a hacer las tareas, lo retaba cuando le faltaba el respeto a mi mamá y lo obligaba a ordenar su pieza. Muchas veces mi hermano me hacía más caso a mí que a ella. Por muchos años fui su padre, no su hermana.


De un tiempo a esta parte (digamos unos 3 ó 4 años) mi hermano se ha convertido, por fin, en mi partner. Por fin nos podemos tratar como iguales, hacernos bromas, reírnos como los cabros chicos que todavía somos, salir a comprar, a vitrinear e incluso a carretear juntos, ponernos de acuerdo para molestar a mi mamá, dividirnos las labores de la casa, comentar las noticias, escuchar música y conversar de cosas superfluas o profundas.



Mi hermano chico está grande. El año pasado salió del colegio y, mientras decide qué y dónde estudiar, está trabajando. Tiene amigos, se junta con ellos a echar la talla y tomar chelas, se compra ropa y discos... ya no es el pendejo mamón al que yo mandoneaba y le pegaba. Ahora es un tipo con las cosas más claras, más fuerte, con más herramientas para enfrentar la vida, inteligente y despierto.


Me emociona hablar de mi hermano, ver lo que ha crecido él y cómo ha crecido nuestra relación. Confieso que quiero al cabro chico, que me muero si le pasa algo y que sería capaz de llegar hasta el fin del mundo si él me necesita.

Quizás tuvimos que recorrer todo este camino para llegar a donde estamos. Desencontrarnos para volver a encontrarnos. Pelearnos, gritarnos y hasta pegarnos. Ser su padre para aprender a ser su hermana. Quién sabe.


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sábado, 15 de noviembre de 2008

Fantasmas de rascacielos

El centro de Santiago hace ya varios años que ha sido invadido por enormes gigantes con cientos de ojos. Son los nuevos edificios que forman parte del Plan de Renovación Urbana que buscaba darle nuevos aires al centro histórico de la ciudad.

Los nuevos inquilinos, usualmente estudiantes y parejas jóvenes, se han tenido que acostumbrar a compartir sus flamantes hogares con los viejos inquilinos, aquellos que llevan mucho más tiempo habitando rincones oscuros y arrastrándose incansablemente por los largos pasillos de sus antiguas moradas. Son los fantasmas del centro.

Según le escuché decir el otro día a una chica, generalmente ‘penan’ hasta el sexto piso, lugar donde sus apariciones y ruidos, al parecer, se intensificarían.

¿Por qué sólo hasta el piso 6? La primera respuesta que se me ocurrió es que antiguamente los edificios más altos eran de 4 pisos, pero como los departamentos actuales son más bajos, entonces el piso 4 correspondería, más o menos, al piso 6. por lo tanto, los fantasmas sólo podrían acceder al mismo espacio en que vivieron.

Lo entretenido del asunto es que me quedé pensando en el tema y se me ocurrió que los fantasmas del mañana fácilmente podrían penar hasta el piso 20 ó 30, incluso más alto que eso todavía, debido a las enormes construcciones que habitamos en la actualidad.

Serían ‘fantasmas de rascacielos’, molestarían a los inquilinos de pisos superiores y no tendrían vértigo. Algunos serían refinados y exquisitos (los fantasmas de penthouse) y otros serían bulliciosos y alegres (los fantasmas de los universitarios que comparten depto.).

Pero de una cosa no me cabe duda: cada vez llegarán más alto. ¿Acaso el mundo del más allá no puede aspirar también a un ‘ascenso social’?

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Una conversación sin importancia

(Conversación de chat sostenida con mi novio ayer. No intenten entenderlo. Ojalá se rían un rato).

Contexto: una araña grande caminando por la pared de mi casa. Una familia que odia a las arañas. Un novio al que le gustan las arañas. Él es de la idea de ver de qué especimen se trata y, si es inofensivo, echarla al jardín. Yo soy de la idea de aplastar primero y preguntar después.


  • Yo: era enooooorme! y me atacó! o_O!
  • Novio: ¿Qué la atacó? ¿Estás bien?
  • Yo: una araña
  • Novio: Ah, una araña.
  • Yo:invadió mi hogar
  • Novio: o_O
  • Yo:y eran grande y fea! =S
  • Novio: Supongo que la echó, ¿verdad?
  • Yo: sí, al infierno =D
  • Novio: Bueno... supongo que se lo merecía por acercarse mucho a usted.
  • Yo: exactly. La muy maldita era enorme y caminaba impunemente por la pared, hasta que el escobillón justiciero la hizo puré!
  • Novio: Pero usted sabe que las más grandes son las más inofensivas...
  • Yo: asustar es ofensivo para mí.
  • Novio: Procuraré no hacerlo cuando tenga un escobillón a mano...
  • Yo: jajajajajajaja =P. Mi mamá la aplastó con el escobillón y mi hermano terminó de aplastarla con su zapato en el suelo. Y lo que quedó de su cuerpo lo tiramos al jardín para que sirva de comida a las hormigas (un pequeño regalo para que no invadan antes de tiempo nuestra cocina)
  • Novio: O_o ¿Como una ofrenda para los dioses?
  • Yo: una ofrenda, pero no para dioses, sólo para malditos insectos que reinan allá afuera y que una vez al año intentan expandirse como civilización y conquistar mi cocina
  • Novio: ¿Una ofrenda para los hunos?
  • Yo: para las otras, en realidad. Maldito matriarcado
  • Novio: Esas hormigas... su sociedad me da susto.
  • Yo: al menos tienen 6 patas...
  • Novio: Y todavía no saben hablar castellano.
  • Yo: o_O?... jajajajajajaja
    ¿Cómo es el sistema arácnido? (me metería a investigar, pero van a haber fotos y me dan asco) 
  • Novio: Son individualistas
  • Yo: por eso apestan! En eso vamos a terminar si sigue el maldito capitalismo
  • Novio: ¿Nos convertiremos en arañas? ¿Tejeremos redes?
  • Yo: seremos pequeños seres gordos y estúpidos que intentarán invadir las casas de la civilización hormiga... y ellas nos patearán el trasero con justa razón
  • Novio: Hum... me da la impresión de que una araña haría pedacitos a una hormiga
  • Yo: no, porque las estúpidas arañas actúan en solitario, en cambio un ejército de hormigas la haría puré
  • Novio: Cierto.
  • Yo: es cosa de preguntarle a los chinos =P
  • Novio: Pero los chinos se están autoeliminando... ya casi no tienen mujeres en edad fértil
  • Yo: en la época de la clonación y la fertilización in vitro no creo que importe mucho
  • Novio: ¡Susto!
  • Yo: además, siempre puedes diezmar a la población masculina inventando una guerra

Término abrupto de la conversación (que después tomó un cariz amoroso rosadezco)

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Yo prejuzgo, tú prejuzgas

“Prejuicio” es una de esas palabras que la sociedad ‘moderna’ y ‘democrática’ detesta. Junto con la discriminación y la intolerancia conforman la tríada maldita de nuestra sociedad políticamente correcta.

Que te digan que eres prejuicioso es como que te digan que eres un idiota, un inepto o un ignorante. Es ser un troglodita en la época de la esplendorosa civilización occidental, un cavernícola en pleno New York City. Un pecador.

Así y todo, me declaro prejuiciosa. Soy de las que a partir de un gesto, una palabra o, incluso, una prenda de ropa, se imagina de qué va la persona (lo que no significa que me rija por estereotipos).

Mi ejercicio favorito cuando voy en la micro o en el metro es reconstruir la historia de una persona a partir de su rostro, de su expresión, de su ropa, de su postura corporal, dónde se suba, dónde se baja, qué lleva en la mano, etc.

También lo hago con la gente que conozco. ¿Habla con una papa en la boca? ¿usa un crucifijo? ¿tiene modales afectados? ¿lee a Osho?

Para qué estamos con cosas, todos, en mayor o menos medida, somos prejuiciosos. Miramos de arriba a abajo, nos fijamos en gestos, recordamos modales y opiniones, ponemos atención a cómo pronuncia tal o cuál palabra, nos fijamos cómo escribe por msn, cómo camina, dónde compra la ropa, qué música escucha, qué libros lee y hasta qué nombre le pone a su mascota. Coleccionamos información para armarnos nuestro rompecabezas mental propio.

Para mucha gente el prejuicio es un límite. Para mí, no. No es que el prejuicio lo que te impide conocer, es uno mismo.

El problema no es el prejuicio, es ver qué tan capaces somos de derribarlos o de que no sean una barrera para la disfrutar la vida y conocer a las personas. Echarle la culpa a los prejuicios es no asumir uno la culpa de nuestra cabeza dura, de nuestra poca curiosidad o de nuestro desinterés.

El problema de los prejuicios es cuando se vuelven juicios. Cuando no tenemos la flexibilidad mental necesaria para cambiarlos. Cuando, a pesar de toda la evidencia en contra, seguimos pensando lo mismo. Cuando no nos damos cuenta de que el prejuicio no tiene porqué implicar una barrera, sino que puede ser una posibilidad.

La posibilidad de conocer a una persona... y de sorprenderse. Nunca se sabe y, si nos damos el tiempo, la chica callada de lentes puede ser una excelente compañía para una tarde de pasión.

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jueves, 6 de noviembre de 2008

90's Attack

Hace tiempo que la nostalgia por los ochenta está haciendo resucitar antiguos grupos, series de TV y monitos animados... que ahora son de 'culto'. Y ahora se suman los 90.

Vuelve Ace of Base. Acabo de leer la noticia y me llenó de recuerdos. Era el año 93, yo iba en cuarto básico y me acuerdo que una amiga me grabó el cassette (*crash* sorry, ese fue mi carnet =P).

Tenían como 3 canciones pegajosas, pero filo, a mi me encantaban estos tipos. Lo malo del regreso es que vuelven sin la mina rubia que era la única que cantaba... pero bue...





Y como si fuera poco, hoy mi hermano prendió la tele a eso de las 12 en el canal 13 (horario en el que antes solían dar Futurama... en fin... vieron que se viene la peli?) y me encontré con la sorpresa de que estaban dando un capítulo de (redoble de tambores): "Los años maravillosos"!!! No se acuerdan? Miren el opening:



Últimamente los recuerdos de mi infancia me atacan con cuática... pero no me quejo, al fin y al cabo, fue una buena época.

¿Qué recuerdo de los noventa te gustaría que volviera?

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martes, 4 de noviembre de 2008

Ver cine con tarados

Ayer fui a ver “Blindness”. Me extrañó que hubiera tanta gente en la sala. Con mi novio nos sentamos al lado del pasillo, justo donde quedaban dos asientos, y las niñas (Dani, Clo y Lore) se sentaron adelante nuestro.

Mientras mi novio se quedó con ‘el lado del pasillo’, a mi me tocó sentarme al lado de un par de minas. Comienza la película y la mina 1 se arrellana en su asiento y comienza a comer cabritas como endemoniada, mientras sorbetea la bebida. Ok, pienso, ya estoy medio acostumbrada a estos ruidos molestos... aunque no por eso deja de empelotarme, el cine es para ver películas, gente, NO para ir a comer (o por lo menos si lo van a hacer, háganlo en silencio).

No pasan ni 10 minutos y la mina 1 le comenta a la mina 2: ‘uy, mira, el tipo se quedó ciego!’. No me digas, qué extraño, y yo que pensaba que venía a ver “El Extraño Mundo de Jack”. ‘Ay, me encanta este actor, el español éste, ¿cómo es que se llama?’. Gael García Bernal y es mexicano, tarada. ‘Uhhhh... y ahora se va a quedar ciega la mina también!’. ¿De veras? Yo pensaba que le había entrado una polilla al ojo.

A estas alturas me tenían chata, hasta la tusa, con las pelotas hinchadas... había hecho el típico shhhh un par de veces y comenzaba a pensar en una solución más radical: ‘disculpe ¿una de ustedes es ciega o retrasada mental?’ Si quieren comentar la película ¿por qué mierda no la arriendan y la ven en el living de su casa? Ahí pueden comentarla, pararla, retrocederla, comer como cerdo... ¡y todo sin molestar a nadie!

Estaba preparando la artillería cuando, de pronto, mina 1 toma sus cosas, se para, me pide permiso y se va seguida por mina 2. La mitad de mi persona salta de felicidad (‘quizás dios exista, ¿no?’, pienso), la otra mitad sufre con la escena de las violaciones (‘ciegos de la puta madre’, pienso).

Pensé que mi vida mejoraba, que por fin iba a poder ver la peli en paz. Wrong. Ciego se tropieza en caca y se cae. Risas. Ciego se tropieza en ciego y cae. Risas. Ciego tiene sexo animalesco con ciega. Más risas. ¿Trajeron al curso de los taraditos a ver la peli? ¿por eso estaba tan llena la sala

O era risa nerviosa o eran una manga de imbéciles, de otra manera no me lo explico. Las escenas eran fuertes, brutales, patéticas... yo tenía la garganta apretada, las manos frías... ¿en serio alguien puede reírse de eso? Ninguno de los 5 que fuimos lo pudimos entender.

Amo ir al cine y de verdad me da lata compartir oxígeno con un montón de subnormales que vaya a saber uno porqué terminó en la sala de “Blindness” y no en la de “Chimps” (por poner algo... ya no están dando “Meteoro” =P).

En fin... yo asumo que soy una vieja quisquillosa, pero en serio: ¿no creen que es mucho?

PD: la película es excelente. Para los que han leído el libro es una muy buena adaptación. ¡Y qué gran actriz es Julianne Moore!



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lunes, 3 de noviembre de 2008

El tiempo no pasa en vano

Según Milanés 'nos vamos poniendo viejos', pero yo creo que uno se pone viejo si quiere no más. No hay que dejar pasar el tiempo así no más, hay que aprovecharlo.

El paso del tiempo a veces es un proceso lento y progresivo sólo que a veces no nos damos cuenta, lo pasamos por alto y cuando caemos en la cuenta nos parece que hubieran pasado siglos enteros. Para mí, al menos, los lugares donde más se nota el paso del tiempo son mi closet y mi baño... qué manera de llenarse con cosas que hace 10 años (a mis tiernos 15) consideraba inútiles e, incluso, molestas.

En fin, el tiempo pasa, pero eso no tiene por qué ser malo. Nuevas costumbres, mañas y motivaciones se van agregando, otras desaparecen. Pero todas tienen algo nuestro... se cambia para seguir siendo el mismo?

He aquí una pequeña lista de cosas que he notado últimamente que han cambiado para mí (y creo que para varios más también)... he notado que el tiempo pasa...

  • Cuando tienes miles de cremas en el baño. Comienzas con una simple loción humectante, sigues con las cremas para el día y para la noche, y de pronto no te das cuenta cuando invaden tu baño. Aceites, cremas de limpieza, desmaquilladores, humectantes, etc, etc, etc.
  • Cuando ya no te compras los típicos aritos medios hippientos, sino que comienzas a ver joyas de fantasía para ir a la pega.
  • Cuando hablar de cocina comienza a ser cool. Intercambias recetas con las amigas y se dan tips.
  • Cuando compras la ropa de acuerdo a su función, y no porque te enamoraste de ella aunque no tengas con qué combinarla.
  • Cuando los posters de la pieza los cambias por cuadros de Monet.
  • Cuando la agenda realmente pasa a ser algo importante y no algo para pegar cositas y anotar los teléfonos de los amigos.
  • Cuando comienzas a pensar en el gimnasio como una posibilidad real de pasarte varias horas a la semana encerrada en él.
  • Cuando ya no llevas EL lápiz bic en el bolso o la mochila, que le queda la p de tinta y que tienes que frotarlo entre las manos para poder escribir, sino que abres la ‘cartera’ y tienes el montón de lápices con logos publicitarios (incluyendo el del lugar donde trabajas).
  • Cuando te comienzan a importar las cuentas de la casa y ya no dejas el agua corriendo mientras te lavas los dientes, para que no suba la cuenta del agua, y andas apagando todas las luces innecesarias para no pagar luz de más.
  • Cuando te das cuenta que la probabilidad estadística de casarte y tener hijos se convierte en una posibilidad real.
  • Cuando tu banda favorita de adolescente planea hacer su gira de 20 años (20 años!!! x_x).
  • Cuando en tu armario se reducen las posibilidades y comienzas a desechar prendas que sabes que no te podrás poner nunca más. Primero son los petos, después vienen los shorts. La segunda etapa es que cuando compras ropa te comienzas a fijar en si el ‘corte te favorece’.
Y ustedes, ¿en qué han notado que el tiempo no pasa en vano?

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