martes, 24 de febrero de 2009

Y volveré...

Me queda un día de vacaciones. Mañana tendremos que levantarnos temprano, ordenar la casa, armar nuestros bolsos y revisar en veladores y mesas para que no se nos quede nada. Limpiar la cocina, aspirar el living, regar por última vez las plantas y regalonear a los perros.

También tendremos cuidado de empacar bien nuestros recuerdos. Con especial dedicación guardaré la calma y la tranquilidad del bosque, la calidez del sol, la brisa en mi cara, los abrazos a medianoche y el canto de los grillos. Que las sonrisas sigan asociadas al viento en los árboles, a los amigos que nos visitaron y a nuestras miradas cómplices. Que las lágrimas justamente derramadas no se sequen con el paso del tiempo.

Me gusta la idea de mantener vivos mis recuerdos favoritos. Finalmente eso somos: un cúmulo de recuerdos, experiencias y sensaciones... energías asociadas a sentimientos poderosos que nos transforman el alma. Y así también seguiremos siendo. Vivimos en tanto recordamos y seguiremos viviendo en tanto nos recuerden. En tanto un pedacito nuestro vuelva a pasar por el corazón de quien nos amó, aunque sea como una estrella fugaz.

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Breves locales

En otros ámbitos de la información, tengo un par de noticias para compartir. Ambas son halagadoras y sorpresivas para mi:

1.- Por primera vez este blog recibe un premio. Como podrán apreciar, la barra de la derecha ostenta una estampita que dice claramente que este blog es una joya. ¡Oh dichosos los que por aquí pasan y se nutren de entretenimiento, sabiduría y humor!
Gracias a Any ahora "Artilugios" luce un su primer galardón... de aquí a la fama, chicos.

2.- Siguiendo en la misma línea, me resulta a la vez curioso y halagador que algunas personas se hayan hecho seguidoras de este espacio. No se los voy a negar, me da un poco de pudor también. Pero más importante que todo eso es saber que las cosas que escribo puedan ser interesantes para ustedes.

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viernes, 13 de febrero de 2009

De todo un poco

Hola a todos, no he podido actualizar no porque de verdad no haya podido, sino porque definitivamente se está mejor durmiendo siesta al ladito de la piscina que está en el cerro, justo entre medio de un bosquecito de guayacanes y litres, acá en el Cajón del Maipo (prometo un próximo post con fotos).

Mis vacaciones consisten en venirme aquí arriba con mi novio para cuidar la casa de sus padres (muajajaajaja!). ¿Obligaciones? Mantener limpia la casa, regar la parcela y el jardín unas 3 veces por semana, limpiar la piscina, darle comida a los perros... como verán todas cosas terriblemente agotadoras que, por supuesto no nos dejan tiempo para chapotear en el agua, leer, ver pelis y... ehmmm... hacer cosas de adultos =P

Avanzo página tras página entre conspiraciones, templarios y rosacruces por "El péndulo de Foucault". No sé porqué, pero este último tiempo han caído en mis manos demasiados libros de conspiraciones planetarias... el reino de Agharta ha pasado a ser casi un lugar común.

También hemos visto pelis (y pretendemos ver todavía más! n_n). Hace poquito rato vimos "Scoop" de Woody Allen (entretenida, pero pálida al lado de otras como "Manhattan") y anteayer vi (por fin!) "Big Fish". Mientras la cámara se quedaba con la negra y fantástica criatura no pude evitar que las lágrimas rodaran por mi cara. Pensaba en mi padre y en las historias que solía contarme, después de todo yo nací cuando él ya había vivido una vida entera (tenía ya 50 años), venía de vuelta de muchas cosas y, sin embargo, nunca dejó de viajar.

Fue uno de esos llantos silenciosos. Sentado a mi lado, abrazándome, estaba mi novio. Seguramente él ya había oído los cada vez más rápidos e inconstantes latidos de mi corazón, que saltaba de recuerdo en recuerdo, ansioso de quedarse a vivir en un pasado que ahora le resultaba doloroso.

Mientras los nombres del elenco subían y se perdían en la pantalla, mis lágrimas caían por mis mejillas, como un pequeño y cálido torrente. No podía dejar de pensar en mi papá como ese gran pez, el héroe de mi infancia, el villano de mi adolescencia, el mártir y el salvador. Al que amo y al echo de menos con un dolor que quema, que duele...

En una semana se cumple un año desde que murió, y aunque ya no lloro noche por medio, eso no significa que la tristeza haya dado pie atrás. Sigue ahí, ahora acomodada en mis entrañas, con un lugar permanente en mi corazón. Cada cierto tiempo yo la saco a pasear porque me gusta que me habite. Otras tantas veces sale sin mi permiso.


En la pantalla no dejaban de aparecer nombres. Mi novio me abrazó, me acarició la cara y notó las lágrimas. Alcé la vista y lo miré... no tenía que decirle nada más...

- "Deberíamos escribir sus historias" - me dijo, mientras yo desviaba la mirada y me acurrucaba en su pecho pensando que tenía razón. Debería escribir sus historias.

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viernes, 6 de febrero de 2009

La extinción de las especies

Hace poco leía en el diario que la pobre tortuga George, última de su especie, no podría reproducirse naturalmente lo cual generaría (de no hacer algún tipo de intervención genética) la extinción de la especie.

Desde que somos pequeños venimos escuchando aquello de las famosas "especies en peligro de extinción". Recuerdo que en el colegio a mi me lo pasaron como parte del curriculum de Ciencias Naturales. Así como estudiábamos la evolución, las partes de una flor y el desarrollo de una planta de lentejas, también nos tocaba ver el terrible drama de la extinción de cientos de especies en todo el mundo (partiendo por los animales de nuestro escudo nacional. Ja!).

Con cara compungida, nuestra profesora nos sermoneaba sobre el tremendo e irreparable daño ecológico causado por el ser humano... más que clase de ciencias naturales, parecía un mea culpa de la especie humana por el sólo hecho de respirar sobre esta Tierra.

Que los pandas en la China, los huemules y los pumas en Chile, los gorilas y vaya uno a saber cuántos bichos más. Todos bajo la sombra de un horrible futuro: desaparecer de la faz de la Tierra.


Aquí vemos a un koala preocupadísimo por su pronta extinción. Los pobres han tenido que recurrir al constante consumo de alucinógenos para evadirse de su triste realidad.

Pero ¿por qué tanta alharaca? Después de todo más del 90% de todas las especies que alguna vez habitaron este mundo están extintas (y la mayoría de ellas sin la 'ayuda' del ser humano), entonces ¿por qué ahora, particularmente desde fines del siglo XX, hay tanta preocupación entre las personas por las especies de flora y fauna que van a dejar de respirar para siempre? Yo les voy a decir porqué. Al ser humano hay una idea que le aterra más que ninguna otra en este maldito universo: desaparecer, extinguirse, morir, kaput.

La primera razón lógica es que al afectar los equilibrios naturales de los ecosistemas, también estaríamos afectando, de una u otra manera, nuestra propia sobrevivencia. Pero vamos, la alteración de ecosistemas por el traslado o extinción de distintas especies vegetales o animales se ha dado desde que el mundo es mundo. Desde que las abejas vuelan y el ser humano se desplaza, llevando consigo desde una pequeña brizna de hierba o un piojo, hasta su perro-lobo mascota.

Los viajes y el comercio, sobre todo durante los últimos 60o años (básicamente con el comienzo de las Cruzadas y el desarrollo del comercio con Medio Oriente y Asia), han dado oportunidad para que todos los equilibrios ecológicos (si es que alguna vez existió tal cosa) se vayan al carajo. La naturaleza se mueve, o resistes o mueres.

La segunda razón se basa en la ley natural más antigua de todas y el miedo que le tenemos como especie.

Lamentablemente (o quizás sea mejor) para todos lo que pertenecemos a esta raza, la ley de la vida es el eterno ciclo de creación-destrucción. Todo lo que nace tiene que morir, y así como hace ya millones de años se extinguió la última gran plaga que pobló este mundo -los dinosaurios-, así también laplaga que en este momento lo infesta (o sea nosotros), algún día, desaparecemos y volveremos al polvo del que nacimos. Nuestra historia, nuestros descubrimientos, nuestros gloriosos inventos -de los que tanto nos vanagloriamos como especie- serán comidos, olvidados y sepultados por el paso de los eones.

Cada vez que veo a alguien hablando acerca de la catástrofe que significa la extinción de tal o cual animal, no puedo dejar de pensar en el miedo, el terror, que el ser humano siente ante la inevitabilidad de su desaparición. Porque, finalmente, es eso lo que nos preocupa y no si una tortuga gigante llamada George será o no papá de unas feas tortuguitas.

El hecho de que sigan existiendo los pandas, los jaguares, los cóndores y todos aquellos animales que conocemos y con los que (todavía) compartimos este planeta, nos da una especie de seguridad, de certidumbre de que mientras ellos sigan aquí, quizás nosotros también lo haremos.

Se trata, finalmente, de la eterna lucha del ser humano contra la naturaleza y sus leyes en busca de su propia inmortalidad y necesidad de trascender.

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martes, 3 de febrero de 2009

Cambio de ojos

El cristal de mis lentes está irremisiblemente roto. Esta mañana hizo una maniobra suicida y cayó sin contemplaciones desde el lavamanos al suelo, estrellándose contra las baldosas y dejándome con un ojo menos.

Después de varios intentos de suicidio, finalmente mis lentes pasaron a mejor vida. Varias veces habían intentado un triple mortal desde el lavamanos, sin resultados. A lo más un pequeño raspón sin importancia. Incluso cuando hace un par de años me caí (literalmente 'mordí el polvo'), y ellos sólo obtuvieron como cicatriz de batalla un diminuto rayón en el cristal derecho.

Para un míope hay pocas cosas en el mundo peores que andar sin lentes. Se nos pasan las micros, tememos salir de noche porque las veredas parecen poco fiables... es como si alguien nos alejara las cosas de nuestras narices y cada vez que tratamos de enfocarlas, las pusiera más lejos de nuestro alcance visual. Peor aún si encima tienes astigmatismo.

Además de ver lejos, comienzas a ver borroso, las formas se diluyen y adquieren extrañas características: el doblez de una cortina puede ser una maléfica cara, una pelusa en el suelo se puede convertir en un bicharraco extraño y hasta podrías confundir a la vecina de la casa del lado con tu mamá.


Esta era yo más o menos al salir de mi casa para ir a la consulta del oftalmólogo. Por suerte llegué sana y salva de vuelta a mi casa n_n

Vislumbrando un oscuro, poco definido y nublado futuro inmediato, decidí pedir una hora al oftalmólogo lo antes posible (lo que por suerte ocurrió justo antes de almuerzo). La buena noticia es que mi miopía aumentó muy poco durante los casi 4 años que llevaba (irreponsablemente) sin consultar al doctor.

Feliz por tener entre mis manos un pedazo de papel que me permitiría acceder a mis nuevos ojos, partí a las ópticas cercanas a buscar un marco adecuado.

Ir a comprarse unos marcos nuevos es una de las cosas más graciosas del mundo. Imagínense a un míope probándose lentes, acercando su nariz lo más posible al espejo para tratar de adivinar cómo le quedan tales o cuales marcos. Escuchando las recomendaciones de la vendedora ('estos van mejor con su carita', 'esos son muy grandes', 'esos le endurecen el rostro') y girando la cabeza para ver la cara de nuestro acompañante de turno, preguntándole una y mil veces si eran mejor los gruesos o los de cristales al aire, los azules o los negros... o quizás los rojitos?

Nada más ridículo que probarse marcos de lentes, simplemente porque uno rara vez alcanza de verdad a dimensionar cómo carajos nos quedan. Entonces es imperativo ir con una persona de nuestra más absoluta confianza, alguien que nos pueda decir sin problemas: 'esos te quedan como el culo' o 'te sienta más una bolsa de papel en la cabeza que estos'.

En fin, mientras espero hasta el viernes (cuando por fin tendré ojos nuevos), estoy usando mis antiguos lentes que básicamente me servirán para tomar la micro correcta y no pegarme contra un poste cual Mr. Magoo.

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