jueves, 30 de abril de 2009

El origen de todo (incluida la pandemia)

Dios también se aburre. Es un hecho.

Un buen día se rascó la barriga, aburridísimo de flotar en el cosmos, y una pelusa que encontró en su ombligo le dio la maravillosa idea de crear la Tierra.

Debe haber sido entretenido, imagínense, hizo el sol, la luna, separó las aguas (¿por qué creen que el cielo es azul? ¡porque es agua!). Diseñó un montón de árboles, florcitas y arcoiris (muy gay todo, hay que decirlo, pero yo no soy quién para cuestionar la sexualidad de Dios).


Dios poniéndole "sabor" a nuestra existencia.

Primero se le ocurrió crear bacterias, amebas y bichos chicos, pero era muy fome porque, tal como en el horario para niños de la TV, no había ni sexo ni violencia. Así que hizo animales más grandes, hembras y machos para ponerle color al asunto. Creó a esas lagartijas grandotas que asolaron la Tierra por varios millones de años. Debe haber sido entretenidos verlos correr por la pradera, como Heidi, pero persiguiendo a otros más pequeños para arrancarles la cabeza y comerse sus vísceras aún tibias.

El más claro ejemplo de que Dios tiene un gran sentido del humor son los Tyranosaurios Rex... ¿acaso no los vieron en Jurassic Park? corriendo, los pobres, con esos bracitos ridículos, tan cortitos, apenas unos apéndices en ese cuerpo monstruoso hecho para destruir, es cosa de que vean a Godzilla o a su pariente gay, Barney.


Al igual que con los Tyranosaurios Rex, Dios ocupó su genial (y a veces incomprendido) sentido del humor para inventar al ornitorrinco.


Sin embargo, después de un par de millones de años, Dios se volvió a aburrir: los dinosaurios ya no le resultaban tan entretenidos; había que inventar otra cosa. Así que creo a la humanidad, una raza que, además de tener sexo y violencia en grandes cantidades (sólo lean el Génesis), le sumaba un factor esencial: la inteligencia. Claro, porque no es lo mismo ver a un par de tipejos aporreándose con todo porque sí, a ver a otros que se lo hacen justificándose, mintiendo, estafando, robando... y, lo más entretenido, por amor, odio o venganza (lo que demuestra que a Dios no sólo le gustan las películas porno y de acción, sino también las comedias románticas).

Iba todo muy bien y, al parecer, éramos su reality favorito, el problema es que aplicamos con demasiado celo eso de "creced y multiplicaos". Claaaro, porque con tipos como Adán o Lot, que le daban a lo que fuera y como fuera, no había forma de controlar a la población mundial.

Pero a Dios, que es un tipo lúdico, se le ocurrió que podía mermar a la población mundial y, al mismo tiempo, entretenerse con ello. Y así nacieron las pandemias.

A largo de los siglos, distintas pestes y enfermedades han asolado a la humanidad siendo, junto con la guerra, uno de los factores más efectivos de control de la población mundial. Para nuestro propio divertimento, existe en internet una versión similar al jueguito que Dios utiliza llamado Pandemic II.


El jefazo sentado en su PC preparándose para jugar Pandemic II.

En él podemos elegir entre un virus, una bacteria o un parásito, le damos un nombre a nuestro bicho y a jugar. Hay que determinar qué síntomas tendrá nuestra pandemia (van desde una simple e inocente tos, muy eficaz para comenzar a contagiar, hasta edemas pulmonares, demencia o fallas multisistémicas), el método de transmisión y las resistencias. Según la combinación será el grado de letalidad, contagio y visibilidad de nuestra enfermedad.

Al igual como está pasando en estos momentos con la influenza porcina, algunos países pueden reaccionar ante la amenaza, cerrando colegios, fronteras y aeropuertos, así como también repartiendo mascarillas, agua o quemando los cuerpos.

SIn embargo, el juego tiene una gran dificultad: las islas. Llegar a islas como Nueva Zelanda, Japón, Cuba y Groenlandia, es la parte más difícil. Pero hay una que realmente es imposible: infectar Madagascar.

El paisucho del demonio lo único que tiene es un miserable puerto donde nunca llega ningún barco. A no ser que partas de Madagascar, la tarea de contagiar a su población es prácticamente imposible (y no digo que es imposible de una, porque ayer mi novio logró infectar partiendo desde Perú).

Mi propia hazaña. Madagascar fue destruido. Muajajajajaja


Además de ser una isla (por lo que "cerrar las fronteras" no pasa de ser un eufemismo) y de tener un solo puerto, por alguna razón, los madagascareños (o como carajos se llamen) entran en pánico por cualquier cosa: alguien tose en Siberia y ellos cierran su puerto; alguien estornuda en Perú y ellos cierran su puerto. Si esto de la gripe porcina pasa a mayores, pensaré seriamente en irme a Madagascar... aunque probablemente ya cerraron sus fronteras =P


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martes, 21 de abril de 2009

¡Ay! cómo duele crecer

Las personas no valoran lo que tienen hasta que lo pierden. Así reza un dicho popular, seguramente creado por una persona de gran sentido común y repetido hasta el cansancio sobre todo en situaciones embarazosas donde el silencio sería un mejor aliado.

Yo acabo de descubrir que es cierto y daré fe de mi caso, hermano, para que crean y vean la luz. Yo tenía mis cuatro muelas del juicio, dos de ellas habían asomado tiernamente por ahí por enero, provocándome más de un dolor. Y por ese simple hecho decidí sacármelas, arrancármelas, exiliarlas de mi boca que era su hogar.

El viernes me extrajeron las dos muelas del juicio de abajo. ¡Qué decisión más mala, por la cresta! En serio se los digo hermanos: uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde... ¡¡¡pucha que extraño mis muelas!!!

El sábado y el domingo parecía osito Gummi con mis cachetes inflados. Eso sin contar que me dolía, que tenía que comer puras cosas hechas papilla o líquidas y que hablaba peor que Guru Guru.

Las cosas han ido mejorando poco a poco (demasiado "poco a poco" según yo) y todavía sueño con zamparme un bistec a lo pobre grosero (que juro que lo haré apenas pueda mascar bien).

Lo bueno del asunto es que fue la ocasión perfecta para volver a un antiguo amor sin ninguna culpa: el Cerelac. Hay gente que sé que me va a entender: esa cuestión, el pilar nutricional de mi infancia, era altamente adictivo... yo me lo comía hasta seco =P

Lo malo del asunto: todo el resto. Qué mierda de vida justo después que te las sacan!

En fin... pronto estaremos con más noticias freak y reclamos dignos de la Tía Tute en este blog del demonio, mis queridos.

Un beso (no en la mejilla, que duele un poquito aún).

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miércoles, 15 de abril de 2009

Iniciativas pseudo nazis en la locomoción colectiva

Por alguna razón, los asientos reservados en las micros (léase locomoción colectiva para los ilustres visitantes extranjeros) para ancianos, discapacitados y embarazadas son siempre los más incómodos y los peor ubicados.

Gracias a ese lindo plan de transporte público llamado Transantiago, quedaron todavía peor. Si antes eran siempre los primeros 4 asientos los que estaban reservados, ahora en los modelos de autobuses articulados, éstos quedan en la parte posterior donde, para llegar a ellos, hay que sortear toda la primera parte del bus, el eje articulado que es una plataforma redonda que se mueve (a esas alturas el bus ya ha partido) y, finalmente sentarse.

Pero una vez allí la cosa no es muy segura. El otro día me senté en uno que estaba listo para tirar a quien allí se sentara por el parabrisas en un frenazo de aquellos. Delante del asiento se extendía una gran nada que me ponía nerviosa porque no tenía de donde carajos afirmarme =S

No suelo ocupar esos asientos y si lo hice fue solamente porque la micro venía casi vacía… pero ¿y si lo hubiera ocupado una persona mayor? ¿o alguien con un yeso de pierna entera? No podía dejar de imaginármelos volando por el bus, estrellándose contra el vidrio y azotándose contra el pavimento, para al fin quedar como una estampilla de ser humano.


Algo realmente seguro. De este modelito nadie sale volando.

¿Por qué demonios la gente que debería pensar en la seguridad de los más vulnerables hacen este tipo de idioteces?

Una respuesta fácil, y posiblemente correcta, sería “porque es donde quedó no más. Mala pata”. Pero como soy una tipa rebuscada que le gusta buscarle la quinta (o la tercera) pata al gato, elaboré la siguiente tesis: son iniciativas seudo nazis para deshacerse de los elementos inútiles o improductivos de la sociedad.


Son la escoria de la sociedad. A los ancianos nadie los quiere. La sociedad actual les ha dado un lugar junto a los niños más pequeños, justo al lado de los retardados mentales. Les dicen ‘abuelitos’ y lo único que les falta es hacerlos bailar el caño.


Nos reímos de ellos y con eso consideramos que estamos ‘preocupándonos por la tercera edad’. Quizás a más de un viejo le gusta la tontera, pero la gran mayoría quiere estar tranquilo y tener una jubilación decente que les permita disponer de sus tiempos y hacer lo que les gusta sin que mocosos de mierda le estén diciendo ‘abuelito, venga a bailar con nosotros’.



Algo chistoso para que nadie se deprima =)


Con los discapacitados y/o inválidos la cosa es clarísima como el agua. Las palabras lo dicen todo: no son necesarios, es más, son un estorbo.


Para no sentirnos culpables por pensar eso, cada año damos plata en las 27 horas de amor, 27 horas donde el estorbo social pasa a ser un niñito feíto que podría ser nuestro hijo o nuestro hermano chico, que nos emociona al dar sus primeros pasos con unos zapatos ortopédicos a lo Forrest Gump. Yo no sé quién los contrata después, porque nunca he visto a ningún tullido atendiendo un local o trabajando en una empresa.


Finalmente tenemos a las embarazadas cuyo caso es paradójico. Desde el punto de vista empresarial son una carga para la sociedad, socialmente son un alivio para nuestro colapsado sistema de pensiones y medioambientalmente son un lastre para el planeta.


Como vivimos en un mundo de hipócritas, si hacemos una encuesta todo el mundo diría que una mujer embarazada es un verdadero foco de luz celestial, una persona donde se opera esa transformación maravillosa que terminará dando vida a otro sujeto pequeño, rojo y chillón, en el que se consuma el misterioso don de la vida. Seeeh…


Es un discurso lindo, pero que en realidad no pasa de ser un discurso. En realidad, como sociedad, nos importan un carajo las embarazadas, porque si de verdad nos gustaran, si de verdad consideramos que es ese estado maravilloso de cercanía con dios y la madre naturaleza, nos las echaríamos de la pega, no permitiríamos que en las Isapres existieran esos planes de salud vergonzosos y no castigaríamos a las mujeres en edad fértil al momento de buscar trabajo… ¿no creen?

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viernes, 10 de abril de 2009

¿Qué diablos es el fucó?

- ¿Sobre qué tema hizo usted su seminario de grado?
- A partir de la teoría del poder desarrollada por Foucault, analizamos un espacio público simbólico.
- Ahhhh.
- ...
- Disculpe mi ignorancia: ¿qué es el fucó?
- ... Michel Foucault... el filósofo...
- Ahhh...

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domingo, 5 de abril de 2009

Conejos mártires

Se viene Semana Santa y con ella todas las benditas tradiciones que la gente acostumbra repetir por falta de originalidad: intoxicados por comer mariscos crudos y/o en mal estado (¿quién demonios les dijo que los mariscos se comían?), las típicas películas religiosas que ahora ni siquiera importan que sean sobre la pasión de Cristo, sino que se largan con cualquier cosa que huela algo bíblico ("Los diez mandamientos", "La Biblia" y hasta alguna sobre Noé). Y, obviamente, los huevitos de Pascua.

Los supermercados hace semanas que están repletos de conejos y huevos de chocolate para que los padres gasten un dineral en sus pequeños monstruos. Esconder esos pequeños pedazos de grasa con exquisito químico sabor chocolate es un rito (casi) obligado en los hogares con seres humanos en potencia.

Sin embargo, me acabo de enterar que hay lugares en este loco mundo donde los padres no se conforman con regalar dulces, sino que tienen que hacer todo más complicado (para ellos mismos) regalando... ¡conejos!


Estos pobres conejos podrían morir en manos de niños crueles este fin de semana santo. Pero la naturaleza es sabia: los conejos son una plaga y quizás los niños sean su nuevo enemigo mortal.


Es por esto, que hay asociaciones de personas de buenas intenciones que quieren un mundo de paz, amor y conejos y que (obvio) se oponen a que los padres sin sentido animalista regalen esos pobres e indefensos bichitos a pequeños ogros crueles de empatía limitada.

"No es fácil resistirse, pero usted puede salvar la vida de un conejito estas Pascuas: no compre uno". Con esas palabras finaliza una nota que encontré en Internet que nos ilustra acerca de los cuidados de esos pequeños seres silenciosos, saltarines y dientudos que para estas fechas son sacrificados, cuan pavo de Navidad, a la voluntad de los pequeños tiranos de la casa.

Me caen bien los conejos y mal los niños (por si no se dieron cuenta), sin embagro, tengo que hacer una acotación: los conejos son una plaga apestosa que causa grandes daños. En el Cajón del Maipo, sin ir más lejos, los conejos se pasean como Pedro por su casa y ni las trampas de los campesinos ni el apetito de los perros de mis suegros pueden con la invasión roedora.

Pero no toda la culpa es de los conejos. Lo que pasa es que aquí el ser humano (era que no) ha eliminado una parte de la cadena alimenticia: los depredadores naturales de este roedor. Búhos, aves rapaces y otros mamíferos carnívoros, que no despreciaban un jugoso conejo al desayuno, han sido, a su vez, eliminados por la (estúpida e inconsciente) acción de nuestros congéneres. En el campo, por ejemplo, los búhos y las lechuzas son de 'mal agüero', así que vamos metiéndole plomo... y después vamos quejándonos de las plagas de conejos y ratones portadores del HANTA.

Quizás ante la drástica reducción de enemigos naturales, Mamá Naturaleza decidió que un buen sustituto para diezmar la especie serían los niños. Hay que reconocer algo: pasta de depredadores tienen.

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