lunes, 7 de junio de 2010

¿Son tan malas las mentiras?

Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa.
Alfred Adler

La otra noche vi una película que me dejó pensando. La película en cuestión es “The Invention of Lying" que, sin ser una maravilla del cine, propone un argumento bastante original que tiene como principal mérito reivindicar algo comúnmente tan basureado como la mentira.

Mark, el protagonista, vive en un mundo casi igual al nuestro, casi, porque en su mundo no existen las mentiras. El concepto de “decir una cosa por otra” no tiene sentido, si te preguntan algo simplemente respondes con lo que piensas/sientes/pasa. Por ejemplo: al comienzo de la película, Mark pasa a buscar a una chica con la que tiene una cita a su departamento. Está muy nervioso y, para su mala suerte, llega más temprano de lo acordado. Ella, Anna (Jennifer Garner), se demora en abrirle y cuando lo hace le dice “disculpa, es que no pensé que ibas a llegar tan temprano… estaba masturbándome”.

Pero, claro, no todas las verdades son tan “divertidas”. Que toda la oficina se entere de que te van a despedir o que la chica en cuestión te diga a la primera cita que ni loca tendría sexo contigo y con suerte te besaría porque no le pareces atractivo, son verdades (la mayor parte de las veces evidentes) que uno preferiría que el resto se las guardara para sí. Cosa imposible en este mundo, donde el mesero te puede decir que le caes mal o que le dio una “probadita” a tu trago.



[Atención que a partir de esta parte hay spoilers. No es que importen mucho porque la película no es un obra de arte ni una cosa tan impactante, pero siempre hay gente que prefiere verla primero. Si no le molesta que le cuente más del argumento siga leyendo con confianza ;)]

Quizás una de las cosas más interesantes de la película sea la premisa de que en un mundo sin mentiras la religión simplemente no existe. Todo lo que sabemos es todo lo que hay, fin del cuento. Eso hasta que Mark cambia las cosas.

Su madre ya anciana enferma gravemente. Agonizante en el hospital, toma la mano de su hijo y le confiesa que tiene miedo, tiene mucho miedo de morir e irse a un vacío infinito. Él, con el corazón en la mano viendo cómo su madre muere en medio de todo ese sufrimiento, encuentra una salida mejor… decirle que eso no es verdad, que ella no se irá a un eternidad de vacío, sino a un mundo mucho mejor que éste, donde tendrá una mansión propia y donde la estarán esperando todos sus seres queridos que ya han muerto. Y ella muere tranquila, aliviada, casi feliz.

Miles de personas se reúnen al día siguiente a las afueras de su casa esperando que Mark les diga lo que le dijo a su madre, que les diga que este mundo no es un caos sin sentido, no es un instante, que después no morimos solos y abandonados en el más completo de los silencios. Mark les ha dado esperanzas... y, de paso, ha inventado la religión.

Y aquí es donde entra a jugar el lado más amable de esta historia: las mentiras pueden cambiar el mundo. Así como una mentira puede destrozar el mundo de alguien, otra mentira puede hacerlo soportable, agradable, hasta feliz. La madre de Mark murió con una sonrisa en sus labios gracias a sus mentiras. Yo entiendo eso porque yo también lo hice.

Cuando mi papá estaba inconsciente en el hospital, cuando ya llevaba varios días y era evidente que no había recuperación posible y que a partir de ese instante todo sería decadencia y tristeza, yo le hablaba a mi papá. Le decía que no tenía que tener miedo, que tenía que estar tranquilo, en paz. Que al otro lado estaría mi abuela esperándolo, que estarían todas las personas que él una vez amó y que murieron. Le decía que perdonara y que no se aferrara a este mundo, porque nuestra separación era sólo temporal y que pronto estaríamos juntos nuevamente. Que él cuidaría de mí hasta que me viniera a buscar y ya no nos separaríamos nunca más… eso le decía, aunque no sabía si era verdad. Pero trataba de decirlo con la mayor convicción del mundo porque no sólo le estaba mintiendo a él. Por encima de todo me estaba mintiendo a mí.

Este mundo es cruel, es injusto, muchas veces no tiene respuestas o si las tiene, no nos satisfacen… ¿cuántas personas piensan esto y deciden (decidimos) que una mentira es mucho mejor que la verdad? ¿Cuántas veces mentimos y nos mentimos por eso? ¿Es tan malo? ¿No son las mentiras –en gran parte– las que nos permiten seguir viviendo en esta sociedad sin pegarnos un tiro nosotros o pegárselo al resto?




Mentimos cuando decimos que estamos bien, porque generalmente siempre pasa algo entremedio del “estoy” y del “bien”. Mentimos cuando decimos “ya lo superé” porque si realmente lo hubiésemos superado no necesitaríamos decir nada. Mentimos cuando decimos que estamos “contentos en la pega” porque la gran mayoría de los trabajos en este país son una mierda y lo que en realidad queremos decir es “al menos tengo trabajo”. Mentimos cuando decimos “gracias a Dios” porque, bueno o malo, siempre es gracias a nosotros y a la (mala) suerte. Mentimos cuando decimos “no te preocupes” porque no queremos preocupar y preocuparnos.

Pero muchas veces esas mentiras nos hacen sentir bien, nos hacen sentir en paz con nosotros mismos y con el universo. Porque la verdad arde, a veces quema y porque una mentira bien dicha puede hacer que alguien muera con una sonrisa en sus labios en vez de con una lágrima en el corazón.

"La verdad es fuego. Decir la verdad significa iluminar y arder". Nuda Veritas  
(dibujo de Gustav Klimt).

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