martes, 2 de septiembre de 2008

La Teoría del Rompecabezas



Las personas somos como inmensos rompecabezas, sin dibujo central, sin bordes y con miles de piezas.

Las piezas están formadas por impresiones y reacciones que la gente percibe de nosotros y, por supuesto, de todo aquello que nosotros mismos queremos dejar traslucir. Los bordes dependen de la mirada de cada persona (por eso, cuando alguien nos comenta algo que no nos encaja con nuestro puzzle, tenemos que limar la pieza hasta hacerla calzar).

Aún así, hay piezas que nunca van a encajar. No es porque sean falsas. En general, todas las piezas son verdaderas, sólo que funcionan para una persona determinada, porque ha sido coloreada y moldeada por su mirada.

Una persona es siempre una cantidad infinita de piezas que vemos, obviamos o no sabemos armar como corresponde. Ante esta imposibilidad de conocer completamente a alguien generalmente hay 2 posturas: están las personas que creen que las piezas que tienen son el rompecabezas completo y aquellas que están conscientes de que eso no es así.

Las primeras son las que te dicen 'no, si yo conozco a una persona con sólo mirarla' o 'mira, yo te conozco, tú no eres así'. Se trata de personas voyeuristas, que les encanta saber lo que hace el resto, pero sólo para confirmar sus predicciones. Son del tipo de gente que pasa haciendo y mandando tests psicológicos por internet porque creen que así están coloreando las escasas piezas que tienen del rompecabezas del resto.

Usualmente nunca llegan a tener más de un par de piezas de cada persona porque asimilan cada nueva reacción con lo que ya conocen. Así, lo único que hacen es cambiarle los bordes y agregarle detalles a sus puzzles incompletos, creyendo que conocen cada detalle del cuadro final.

Por el contrario, hay personas que saben perfectamente que pueden estar juntando piezas hasta el día que se mueran y que, aún así, nunca van a poder tenerlas todas. No tratan de adivinar el puzzle completo ni se inventan piezas, sino que aprenden a querer a las personas (o a odiarlas o ignorarlas) con las que tienen.

Si la persona es muy cercana o te conoce mucho, entonces logrará un número de piezas suficiente para intuir el resto. Son muy pocas las personas que en realidad logran esto, que no hay que confundir con el hecho de que al tener unas cuantas piezas deduzca la que falta al medio o que, por casualidad, encuentre una pieza del otro extremo del puzzle (algo que, en un principio puede resultar soprenderte y podemos fácilmente caer en la ilusión de que 'nos conocen').

Como en los concursos de los años 80, siempre hay piezas marcadas que nunca salen a la vista. Son los deseos y motivaciones más profundos de las personas. Nunca nadie va a tenerlos todos. Y esa no es la única dificultad: además de todo hay que saber cómo armarlo, porque cual cubo Rubik, el puzzle de una persona tiene varias caras.

Además nunca sabemos qué piezas maneja el resto de nosotros o cómo las ordena, como mucho podemos a veces regalar alguna pieza a alguien casi como un gesto de intimidad, sino de cariño.




"Solamente los superficiales se conocen a sí mismos."
Oscar Wilde

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