miércoles, 11 de noviembre de 2009

Respuestas malditas

Una vez hace varios años, estando en la Facultad una mañana heladísima de invierno, llegó una amiga atrasada mientras nosotros estábamos comprando tecitos en el kiosko. Saludó a todos con el “Hola, cómo estás?” de rigor, y todos respondieron con el “Bien gracias ¿y tú?” de rigor... hasta que llegó a mí.

- Hola, ¿cómo estás?
- Pésimo, gracias.

Hasta el día de hoy me lo saca en cara muerta de la risa. Claro, en ese momento me quedó mirando con una cara como si hubiese visto un extraterrestre moquillento y de voz ronca (que estaba con una gripe de aquellas y realmente me sentía horrible).

La anécdota me hace gracia porque demuestra (una vez más) que la mayoría de nosotros no estamos preparados para escuchar una respuesta alternativa a una pregunta que creemos obvia. Por el contrario, nuestros oídos están adiestrados para escuchar las respuestas tipo que suelen darnos (y que damos) ante preguntas como “¿cómo estás?”, “¿qué hora es?” o “¿cómo te ha ido?”. Un “pésimo, gracias”, “qué te importa” o “porqué no te compras un reloj”, son excepciones a la regla, son ruidos raros, pequeñas subversiones... son lo inesperado.

Pero el punto es que muchas veces estas “respuestas malditas” encierran más verdad que una respuesta tipo. Ese día realmente me sentía pésimo. Claro, podría haberle dicho “bien, gracias, pero la verdad es que ando con una gripe del demonio”. Pero me salió del alma. Me sentía mal y simplemente lo dije, sin pensar siquiera que era algo tan raro (todavía no sé porqué se extrañó tanto).


"Unexpected Answer" de René Magritte.

Pero respuestas malditas hay siempre, para todo. Que no las ocupemos lo suficiente no significa que no existan, significa que las escondemos por vergüenza o para ser políticamente correctos. Porque así como uno puede contestar un inocente “pésimo, gracias”, hay otras respuestas a preguntas de mayor calibre que suelen caer muy mal... pero que a veces tienen mucho de verdad.

Pondré un ejemplo bastante fuerte: el aborto.

Hace un tiempo en un sitio bastante interesante, nos trabamos en una discusión sobre el aborto a raíz de un caso muy polémico acá en Chile. Se trataba de una chica de 14 años que fue violada a pocas cuadras de un cine donde acababa de ver una película con su novio. No bastando con el trauma que significa el abuso, la madre tuvo que recorrer varias farmacias buscando la famosa píldora del día después, sin éxito. Finalmente, y después de varias horas, se le suministró un tratamiento hormonal alternativo.

Como a los que nos gusta discutir tenemos debilidad por la ficción y los “qué habría pasado si...”, comenzamos a hablar sobre el aborto y qué habría pasado si la chica hubiese quedado embarazada de su violador en un país como este, donde el aborto es un delito.

No puedo decir que esté a favor del aborto, porque es una trampa lingüística. Simplemente no veo motivos suficientes para estar en contra, sobre todo en aquellos casos de violaciones, malformaciones o peligro de la vida de la madre. Pero tampoco me complica mucho la vida que alguien decida hacerlo por opción personal.

Más allá de las posturas éticas y morales que puedan tener ustedes o yo, lo que a mí me importa es verlo como un tema de salud pública. Al año miles de mujeres abortan, y la gran mayoría de ellas lo va a hacer sí o sí, por más leyes restrictivas que existan. El problema es que algunas lo van a hacer en una clínica del barrio alto y van a presentar una licencia médica por apendicitis, o lo van a hacer al extranjero, y otras lo harán con un médico trucho o una vieja con cara de bruja, se meterán cualquier cosa con tal de sacar al parásito que llevan dentro y, probablemente, terminarán con una hemorragia y una infección de la puta madre. Eso es lo que a mí no me interesa que pase. Si lo van a hacer, bueno, que estén al tanto de todo, y que lo puedan hacer con las condiciones higiénicas mínimas. Punto.

Bueno, el caso es que uno de los participantes en la discusión me hace la pregunta del millón: “¿acaso crees que la vida de esa niña de 14 años vale más que la de un feto?”.

Pues sí.




A más de alguien puede sonarle incómodo, políticamente incorrecto o, incluso, aberrante. Pero lo cierto es que creo que, cuando se dan este tipo de discusiones se mezclan dos planos: el abstracto y el concreto con el sólo fin de confundir (o porque ya están demasiado confundidos).

Por un lado tenemos a la vida como concepto abstracto que para algunos tiene una especie de valor intrínseco (para mí es un hecho, simplemente). Y ahí están todas aquellas declaraciones, palabras de buena crianza y clases de catequesis que hablan de que la vida es hermosa y que ninguna vida superior a otra.

Por otro lado tenemos la vida real, donde ese discurso no siempre es 100% aplicable (por no decir que casi nunca lo es). Y en la vida real es incomparable la vida de una chica de 14 años que ama y es amada, que ha llorado y ha reído, que tiene familia, amigos y enemigos, en fin, que tiene una historia, con la de algo (o alguien) que tiene el ‘potencial’ para eso... pero que no lo es.

Por eso para mí es sí una y mil veces, aunque sea una respuesta maldita.

5 comentarios:

Diego miércoles, noviembre 11, 2009 10:24:00 p. m.  

Todo un tema este... Imaginate que yo, siendo casi médico y a punto de comenzar a ejercer, a la vez que con claras tendencias naturales a filosofar sobre todo, medité el asunto muy arduamente.
Aunque da para largo, en este momento me atrevo a decir que la legislación que existe en latinoamércia se encuentra muy atrasada, y no se la consulta mucho a la hora de la práctica. Tampoco se puede ser liberal en extremo, porque las condiciones aquí no son iguales que en Holanda, pero el punto de equilibrio existe. Para lograrlo se requiere una discusión abierta (entiéndase: sin teólogos de por medio), y mucha sensibilidad humana. Se puede decir mucho y cada uno tiene su postura, pero tenemos que empezar por abrir las posiblidades, y no tener todo zanjado antes de siquiera abrir la boca, como sucede. "Es malo porque lo dice la Biblia y punto" es el muro contra el cual todo colisiona. Todo ser humano tiene derechos, y se considera a la ínfima célula recién fecundada como humano en potencia, por lo tanto, tiene derechos. Claro, también la madre tiene derechos. Y con mucha paciencia hay que balancear toda circunstancia antes de tomar una decisión.
Al final, la moral prevalente sólo queda en la cabeza y el discruso de los que la pregonan. Y no se toman decisiones que realmente podrían ser beneficiosas y salvar muchas vidas humanas.

MelyPaz jueves, noviembre 12, 2009 1:03:00 a. m.  

Es verdad que uno se pega con el feto y no recuerda a la madre. Casi no hay empatía hacia ella, como que las que cometen errores reciben un "ah, ella se lo buscó" o, en el caso de la chica violada, sería algo como "ella no tiene la culpa, ¡pero el feto tampoco!".

Pucha, tiene que haber otra solución. Donde la madre y el hijo puedan hacer su propia vida, juntos o separados.

Me declaro contraria al aborto cuando las motivaciones son miedo a los padres o al que dirán. La decepción de la familia puede pasar, la gente pela y siempre termina haciéndole arrumacos a la guagua, pero acabar con la vida de un ser (aunque no sea completamente humano) es una decisión irreversible.

Ahora bien, si la situación lo amerita, si tener al hijo conlleva riesgos para la madre y no hay otra opción... Bueno, es difícil estar en contra.

Eso. Me fuí en la volá xD

Salú!

P.S: Igual me da rabia cuando justifican el aborto diciendo que "las mujeres tenemos derecho a hacer lo que nos plazca con nuestro cuerpo". Sí, podemos hacer lo que queramos con él pero, técnicamente, un hijo no es parte de nuestro cuerpo.
Si así fuera, andaríamos encinta desde el nacimiento xD

Any jueves, noviembre 12, 2009 8:36:00 a. m.  

En lo personal creo (y digo creo porque no es lo mismo formular una hipótesis que estar en la situación concreta) que nunca podría abortar, salvo que hubiera un tema médico de por medio, solo pensarlo me angustia.
Pero si me parece que a esta altura de las circunstancias el aborto debería ser legal en todos lados. Es una decisión muy personal, quien es el Estado para decidir por uno? Se evitarían tantas muertes ademas, tanto desgraciado que hace su negocio a costa de mujeres desesperadas; no es mas "ético" que cada quien tome la decisión que le parece correcta en ese momento? Debería haber además apoyo psicológico para orientar a la que pasa por ese trance, porque debe ser algo difícil de superar.
En fin, igual va a tardar en llegar por aqui ... ni siquiera hay un debate serio sobre el tema.

Jajajaja la mataste a tu amiga con la contestación! no te pregunta nunca mas.
abrazo transcordillera =P

Myriam domingo, noviembre 15, 2009 11:17:00 a. m.  

Diego: toda la razón del mundo. Es una pena cómo el mundo político sobre todo, que es el llamado a poner estos temas en el tapete, se haga más eco de sus creencias particulares que del bien común.

Mely: hay otras decisiones irreversibles. Una chica de 12 años, en plena formación, por mucho que tenga al bebé y después lo dé en adopción está irreversiblemente traumada, su cuerpo deformado y sus huesos tendrán una altísima probabilidad de descalcificarse. Concuerdo en el punto central: falta más empatía hacia la madre, sobre todo en los casos de violaciones a menores.
Con respecto al posdata, tampoco estoy de acuerdo con esa postura, es lamentable que en esos casos, donde se supone que además hay una pareja, se tienda a pensar que es una decisión personal, cuando evidentemente la planificación familiar es un tema de a 2.

Any: completamente de acuerdo. Yo tampoco lo haría, pero creo que quien lo decide tiene el derecho de hacerlo 1.- informadamente, 2.- higiénicamente y 3.- que se respete su decisión.

Saludos a todos y gracias por comentar =)

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