Hace un tiempo discutía con un amigo (que tiene una inquebrantable y absurda fe en el ser humano) a raíz de una idea surgida a partir (de lo repulsivo que nos resultan los gordos) del problema de la obesidad.
Con mi novio y una amiga sugerimos que alguien que mantiene evidentes conductas de riesgo para su salud como consumir exceso de azúcar, grasas recontra saturadas, alcohol, drogas (incluido el cigarrillo, obviamente), entre otras cosas, debería pagar un seguro de salud más caro.
La razón es obvia: ¿por qué yo –que no fumo-, a través de mis impuestos le tengo que estar pagando el tratamiento a un pelotudo que ahora tiene cáncer de pulmón, de garganta y que habla por un tubito en la tráquea? Claro, muchos me ofrecerán el argumento de la solidaridad humana. Pueden guardárselo. La solidaridad termina donde comienza el hacerse cargo de sí mismo.
¿Quieres fumar? Perfecto, pero hazlo lejos de mis pulmones y de mi comida (porque a mi sí me gusta saborear lo que como) y abona desde ya a tu seguro de salud para costear el tratamiento de tu futuro cáncer.
Creo que todos tenemos derecho a matarnos como mejor nos parezca, pero sin por ello interferir en la vida (ni en el bolsillo) del resto. ¿Eres una bola de grasa con diabetes temprana y altas posibilidades de generar cardiopatías porque te has pasado toda tu vida pidiendo McCombos? No vayas a exponer tu caso (y menos tu horrible cuerpo) a la televisión y, por favor, deja de quejarte porque el Estado no cubre completamente tu cirugía para que te corcheteen el estómago o tus medicamentos, porque gran parte de esa plata sale del bolsillo de gente normal que trabaja y trata de cuidarse y no come como un chancho.
Y eso que no están contando Latinoamérica!
Y aquí es donde entran en conflicto los idiotas. Un idiota (definición para efectos de este post) es aquel que no puede o no quiere hacerse cargo de sí mismo, ya sea porque tiene un coeficiente intelectual muy bajo o porque simplemente le importa un huevo (por ejemplo, cuando Homero Simpson decide volver a meterse el crayon en la nariz para seguir siendo un idiota feliz). Vale decir que en el segundo caso también puede darse que un idiota no quiera seguir siendo idiota y viceversa, de los arrepentidos es el reino... dicen...
Un idiota es aquel que no sólo atenta (consciente o inconscientemente) contra su propio bienestar, sino también el del resto (que es finalmente lo que más me importa). Un idiota es el que maneja a 180 km. por hora estando borracho sin pensar que puede matar a otro, es el que fuma encima de su hijo, es el que se preocupa porque a su hija la discriminan por gorda y sigue llevándola al McDonald’s todos los fines de semana. En el fondo, un idiota es un inepto social.
En ambos casos, sea o no por decisión personal, me parece justo que el idiota tenga derecho a dañarse a sí mismo, pero sin dañar a otros. El problema es que el idiota, al ser idiota, usualmente no hace esta diferencia. Mi amigo, depositando ciegamente su confianza en una raza que lleva 5 mil años dando muestras de su imbecilidad, acude al argumento educativo. Claaaro, es que hay que educar a las masas para que aprendan, la educación todo lo arregla, etc. Me parece un argumento de una inocencia y buena voluntad extrema. Además, es un argumento tremendamente injusto con los idiotas.
La educación parte de la base que todos podemos alcanzar un nivel de razonamiento básico para ponernos de acuerdo. ¿Y qué pasa con aquellos que no lo alcanzan? ¿Los excluimos? (es una solución, pero estoy tratando de ser “realista” y “tolerante”). Un idiota con un nivel de desarrollo psicosocial que apenas alcanza al de un niño de 10 años (es cosa de verlos en cualquier programa de TV, especialmente los de casos judiciales) no tiene porqué ser capaz de entender que su conducta lo daña a él y al resto... pero sí puede entender que algo que merece un castigo (en forma de reprobación social y alza impositiva, por ejemplo) es, por ende, es malo.
¿Acaso los que fuman, los que se intoxican, los que comen 10 panes diarios, no saben que eso es malo? C’mon!!! Aunque repartiéramos instructivos, hiciéramos una cátedra escolar obligatoria o les fuéramos a enseñar a sus casas como predicadores de poca monta es iluso, y más aún injusto, suponer que toda la población va a responder de igual forma, que todos nos convertiríamos de la noche a la mañana en gente responsable de su propia vida y respetuosa de la del resto. Y aunque lograran entenderlo muchos lo seguirían haciendo, en eso consiste su idiotez. Simplemente hay mucha gente que por elección o por naturaleza no sabe lo que es mejor para ella y los que la rodean (por eso mismo el voto tampoco debería ser igualitario y universal, pero eso es parte de otro post).
El ejemplo máximo del idiota con poder para hacer mucho daño. Poder entragado por millones de idiotas tanto o más peligrosos.
¿La solución? La más antigua y efectiva: el látigo y la zanahoria. ¿Quieres fumar? Perfecto, pero en los lugares autorizados y pagando casi un 80% de tu tabaco con nicotina y alquitrán en impuestos que (en mi Estado autocrático) irían a un fondo de salud para los tratamientos del cáncer de pulmón. ¿Eres un gordo asqueroso que se atiborra de bebidas gasificadas con exceso de azúcar y hamburguesas hechas con grasa y refritas en más grasa? Bien, paga un 50% más de su valor en impuestos destinados a pacientes con tratamientos por diabetes, colesterol alto y enfermedades crónicas al corazón.
Simple y justo... quizás demasiado simple y demasiado justo para esta sociedad de idiotas.
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