miércoles, 20 de enero de 2010

Los Inmortales de Haití

“Los Inmortales de Petrodava y Agapia sufrieron, en el curso de esos milenios, pruebas sobrehumanas. Al ver que la tierra les estaba prohibida, los Inmortales alzaron sus tiendas en el cielo. Exactamente como hacen las orquídeas en la selva virgen de los trópicos. No pudiendo hundir sus raíces en la tierra, ellas las echan por encima de sus cabezas y por encima de los árboles, en las nubes. Los Inmortales de acá hicieron lo mismo. Hundieron sus raíces en el cielo, más y más profundamente. Y sobrevivieron. Extrajeron del cielo su substancia, su savia, su justicia, su esperanza y todo cuanto necesitaban para vivir. Exactamente como las orquídeas del Brasil, que extraen su savia y su substancia de las nubes que pasan por sobre las selvas vírgenes. Entre nosotros, el cielo ha reemplazado a la tierra. el cielo era nuestro campo, nuestro jardín, nuestro campamento, nuestro vergel, nuestros rebaños.

(…)

Los más de los sátrapas nunca regresaron a los mal afamados suburbios de Bizancio, de donde provenían. Quedaron en la región, tras haber saqueado, llenado de sangre, profanado. Allí todo lo acapararon, apropiándose de todo: tierras, selvas, hombres, animales. Cuando cesó la dominación turca, los sátrapas siguieron siendo los amos. Como propietarios del país. Las naciones occidentales que nos han liberado de los turcos encontraron en los sátrapas fanariotas, de Valaquia y Moldavia, a perfectos servidores, administradores y recolectores de fondos. Los fanariotas no llevaban ya el título de príncipe, de bey o voivoda, como en tiempos de los turcos; se habían convertido en senadores, ministros, diputados, diplomáticos, directores generales. Hacían exactamente el mismo trabajo de antes. El objeto del tráfico ya no eran los niños, sino los adultos. La función y ocupación única de los fanariotas consiste en chupar la sangre del país. Bajo los turcos como bajo los occidentales. Están organizados en partidos políticos. Todos esos sátrapas fanariotas se marchan en otoño, como los osos, para invernar en hoteles de lujo, en burdeles y casinos de occidente. En primavera reaparecen. Dirigen los trabajos. La gente es llevada a la baqueta por los sátrapas. Para coger uvas, los obreros llevan bozales, como perros. Pero nosotros lo soportamos todo, porque somos cristianos. Verdaderos cristianos, que no tienen otro campo que el cielo, para sacar de él su subsistencia. No tenemos el medio de poseer algo en la tierra. No podemos plantar nuestras raíces, las raíces de nuestra vida, en la Historia. Ni en la tierra. Ni en los siglos. Estamos obligados, so pena de morir, a echar nuestras raíces en el cielo. En la eternidad. El cielo es nuestra única propiedad, el único dominio que nos pertenece. Todo cuanto poseemos nos viene, no de la tierra, sino del cielo. (…) nosotros vivimos, con nuestra carne, en el cielo. Todos.”

Fragmento de “Les Inmortels d’Agapia” de Constant Virgil Gheorghiu (traducido como “Esa sangre que infecta la ciudad”)



Cada vez que veo una nueva imagen de Haití en el noticiero o leo sobre el infierno de muertos y heridos hambrientos que vagan por las calles como si fueran zombies, se me viene a la mente este pasaje de uno de mis libros y uno de mis escritores favoritos.

Los haitianos ya mucho antes del terremoto no tenían nada. No fue el sacudón de la tierra lo que les quitó sus propiedades, su comida, sus familiares, su seguridad y su dignidad, fueron los sátrapas de su país hace décadas, siglos, incluso.

Y lo siguen haciendo. Porque más allá de las imágenes de cadáveres, de descomposición y de miseria que hemos visto están las colinas de Montaigne Noire, donde los ricos siguen siendo ricos, donde nada se derrumbó y lo único que tienen que lamentar es el olor a podredumbre que les llega desde el pozo infernal que es Port-au-Prince.




Cuando pasan catástrofes como esta, mucha gente se pregunta por Dios. Se pregunta el porqué, asumiendo de antemano que hay un porqué. Sin embargo, lo más probable es que detrás de lo de Haití no haya nada más que la fuerza de la naturaleza y la ambición del hombre. Nada más.

Y más que preguntarme por Dios y esas cosas, me pregunto por el azar y por la suerte de algunos y la infinita miseria de otros. Mientras yo vivo la que probablemente sea mi única vida en un país políticamente estable, con una situación económica decente y con mi familia unida, hay miles de millones de personas que les toca nacer en países de mierda, con gobiernos de mierda. Simplemente porque sí.

Su reino no es de este mundo, ellos son como los Inmortales de Agapia, despojados de todo por los sátrapas que los gobiernan, por lo que sólo les queda un camino: girar sus ojos hacia el cielo esperando que lo que viven sea en verdad la muerte y cuando mueran comiencen a vivir de verdad.

Y lo triste, lo miserable y lo cruel de este mundo consiste en pensar que ese cielo, ese Dios y esa inmortalidad en realidad no existen. Que la vida es una sola y que los cuerpos putrefactos jamás tendrán otra oportunidad que esta. Que la supuesta alma agonizará junto con cada neurona hasta finalmente extinguirse y disolverse en el infinito. Quizás en eso consista la verdadera eternidad de los Inmortales de Haití.

8 comentarios:

Jorge Román miércoles, enero 20, 2010 11:29:00 a. m.  

No tengo mucho que aportar. Simplemente da rabia que sólo ahora, cuando el país se va a la mierda, nos terminemos poniendo las pilas por ayudarlo. Sólo espero que en verdad la intervención internacional sirva y se pueda crear una nueva Haití capaz de gobernarse a sí misma y de darle a todos sus habitantes una vida digna en este mundo y no en el otro.

Unknown miércoles, enero 20, 2010 12:19:00 p. m.  

que triste cuando vi la noticias , no lo podía creer como tanto?
es tan triste , pero myriam tiene razón no es a Dios a quien debemos culpar , sino es pura culpa nuestra si el ser humano fuera más generoso sucesos tragicos como estos lo serian menos , incluso entre los mismos haitianos no se ayudan (mercado negro).

Myriam jueves, enero 21, 2010 11:03:00 a. m.  

Jorge: la verdad no lo creo. ACreo que la esperanza en estos casos es mucho más cruel.

Bárbara: la solidaridad del hombre es inversamente proporcional a su cuenta bancaria. La mayoría de las veces.

Saludos!

Diego jueves, enero 21, 2010 7:10:00 p. m.  

Siempre que pasan estas cosas, más allá de de la impotencia que siento, está el pensamiento de cómo sería el mundo si todos y cada uno viviéramos realmente en soiedad, cuidando los unos de los otros. Nunca habrá desastre natural que se compare a la codicia del hombre.

Myriam viernes, enero 22, 2010 5:15:00 p. m.  

Diego: "Nunca habrá desastre natural que se compare a la codicia del hombre". Gran frase. Ojalá no fuera verdad.
Abrazos.

Neogeminis Mónica Frau domingo, enero 24, 2010 9:39:00 a. m.  

Myriam, si bien es cierto que el azar determina que unos mueran y otros vivan, que algunos nazcan en la opulencia y otros en al más absoluta miseria, también es cierto que siempre hay razones para esas diferencias y si bien los hermanos haitianos están hoy bajo los escombros (literalmente) de lo que queda de un pais, también es cierto que el estado extremo de indefensión y dependencia se fue instalando entre ellos desde hace décadas (o siglos), generado por la corrupción, los malos gobiernos, las sangrientas dictaduras, las insensibles colonizaciones económicas y culturales, la explotación indiscriminada y tantos otros etcéteras que hicieron que hoy Haití sea descubierta ante los ojos del mundo sólo gracias a un devastador terremoto culminó por dejarlos sin nada. Ojalá esta sea la excusa que puso el destino para que la humanidad reconsidere la responsabilidad latente que a muchos les cabe en este desastre. Mientras tanto, sólo la solidaridad podrá evitar que tantos mueran. Me inclino ante los que dan esfuerzo, recurso y tiempo para socorrerlos.

Un abrazo.

Myriam miércoles, enero 27, 2010 10:41:00 a. m.  

Neogeminis: yo no culpo al azar de lo que pasa en Haití. La historia es perfectamente clara y, así como las generaciones d esátrapas fanariotas han pisoteado al pueblo rumano, así también los haitianos tienen a sus propios sátrapas.

Hablo del azar del hecho de nacer en un país que tiene un expectativa de vida de 50 años o nacer en uno de más de 80 años; uno que tenga un per cápita diario de 50 centavos a otro de 10 dólares. Para eso (que yo sepa) no hay razón, simplemente es y tenemos que tratar de vivir (y morir) con la mayor dignidad que podamos.

Saludos!

Juno Benito sábado, diciembre 04, 2010 5:00:00 a. m.  

Habría que preguntarse si los haitianos tienen como única subsistencia al cielo... que creen? Haití no es conocida sólo por este desastre...

"Escapad gente tierna que esa tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dió ayer..."

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