viernes, 12 de marzo de 2010

Gracias por la paranoia

Hace unos días salió una comentada columna en el Wall Street Journal con el inefable título “Cómo Milton Friedman salvó Chile” de Bret Stephens. La columna, un himno al fanatismo histérico, decía, entre variadas sartas de argumentos propios de calcetinera, que nuestro país resistió tan bien el terremoto debido a las reformas impulsadas por los famosos Chicago Boys en los ochenta que, entre otras cosas, habrían impulsado un norma de construcción mucho más rígida.

Sí, seguro.

Por suerte en el mundo también hay gente con rigor histórico y analítico. Una de esas personas en Naomi Klein quien rápidamente se encargó de refutar (también podríamos usar basurear, poner en su lugar o hacerle un “codazo del pueblo”) las singulares teorías de Stephens.

Quizás lo más destacable de la columna de Klein sea que nos recuerde que la última norma seria que se dictó en este país en cuanto a estándares de la construcción provenga del gobierno de Salvador Allende. Desde ahí en adelante lo único que se ha hecho es flexibilizarla (con algunos pocos beneficios migajas para los clientes como ampliar de 5 a 10 años la responsabilidad por fallas estructurales).

Edificio Alto Río en la ciudad de Concepción. Fue entregado el año pasado, muchos de sus departamentos todavía estaban a la venta.


El pensamiento radical de Friedman deja todo en manos del Santo Patrón Mercado, quien regularía todo a la perfección dejando contentos a moros y cristianos. Sin embargo, las fallas estructurales del pensamiento del ilustre representante del pueblo judío son obvias. Quisiera hacer hincapié en dos de ellas particularmente: la paranoia y la autorepresentación.

Partamos por la última siguiendo con el ejemplo de las constructoras y los edificios que colapsaron en este terremoto. El libre mercado extremo de Friedman concibe un Estado pequeño y con poco poder fiscalizador. Éste residiría en los propios ciudadanos, supuestamente, siendo instancias como el SERNAC (Servicio Nacional del Consumirdor) un organismo más de información que fiscalización. Sin embargo, ¿cómo demonios puedo saber yo que el edificio está bien construido? ¿cómo puedo asegurarme más allá de las cosas formales como que tenga tantos metros cuadrados o terminaciones decentes?

Se supone que el mercado “premia” el buen trabajo a través de la marca y la fidelidad del cliente, pero en el caso específico de las constructoras e inmobiliarias, a no ser que el edificio presentara fallas anteriores, eso fue prácticamente imposible. Eso sin contar con que el boom inmobiliario en algunas comunas fue tan fuerte y tan rápido que una empresa alcanzaba a vender varios edificios antes de que el primero comenzara a presentar fallas, y más todavía hasta que la noticia comenzara a difundirse en los medios (cosa que, por lo demás, que nunca pasó seriamente dado los intereses publicitarios en los grandes medios de comunicación).

Consecuencia directa de lo anterior es lo que vemos en estos minutos: la paranoia total. Ahora resulta que todas las constructoras hacen edificios de cartón, todas las inmobiliarias venden mentiras, todos los arquitectos son poco éticos y todos los ingenieros calculistas están comprados por los anteriores.

Paranoia que se repite en todos los ámbitos de la empresa privada. Tenemos el eterno sentimiento de que nos están “cagando” y en situaciones como ésta lo corroroboramos con creces.



Ante el desastre y la paranoia la gente se une tratando de protegerse y proteger su patrimonio. Unas pocas de estas iniciativas tienen éxito, la gran mayoría se trata de unas pocas personas, con el suficiente conocimiento o ambición, que toman la dirigencia ante la mirada corderil del resto que lo único que hace es pedir a gritos la vuelta de papá Estado. Curiosa reacción de una sociedad supuestamente libremercadista, pero para qué estamos con cuentos si al final del día todos tenemos un estatista al fondo de nuestro corazón*.

Paranoia inútil por lo demás porque, como ya vimos, difícilmente vamos a saber nunca lo que estamos comprando en realidad. Por mucho que nos informemos, al momento de firmar por nuestro crédito en cómodas cuotas a pagar a lo largo de gran parte de nuestras vidas, estaremos dando un cheque en blanco, un voto de confianza con más o menos certezas, pero nunca con un 100% de seguridad.

El maravilloso sistema ultra capitalista de Friedman descansa, entonces, sobre el nulo poder de una ciudadanía desintegrada, que ante la emergencia se apanica, cae en la paranoia y a la cual le resulta muy difícil recomponer los lazos sociales rotos, quedando, una vez más, en la indefensión ante los agentes del mercado. Mil gracias por la paranoia, Friedman.



*Incluso “aquellos” (o si no ¿cómo se explican las subvenciones, rebajas de impuestos y otros “cariños” del estado a la gran empresa?).

Les dejo un video que vale la pena ver, sobre todo en la actual situación que vivimos como país.

6 comentarios:

Jorge Román viernes, marzo 12, 2010 11:54:00 a. m.  

Notable análisis. Como nota positiva, puedo recalcar que este es el momento ideal para que la ciudadanía recomponga sus lazos de confianza, establezca grupos de presión efectivos (juntas de vecinos, organizaciones ciudadanas) y deje de esperar a que papito Estado le arregle los problemas.

Desafortunadamente, temo que Piñera, intentando parecer un "buen" presidente, se dedique a hacer de benefactor y no deje espacio a los ciudadanos para que fortalezcan sus organismos de presión. Consciente o inconscientemente, la clase política de este país sabe que le conviene más regalar cosas y escuchar las súplicas más imbéciles de los ciudadanos en lugar de darle herramientas para que ellos solucionen sus problemas. Por eso tienen tanto éxito iniciativas tan detestables como "Un techo para Chile".

¡Saludos!

El Pulemto viernes, marzo 12, 2010 12:11:00 p. m.  

Encontré el documental de La Doctrina del Shock, el extendido de Michael Winterbottom, pero no tiene subtítulos, así que entrenaré mi pésimo inglés D: El libro, eso sí, no lo he pillado en su versión completa, en estos momentos es cuando me decepciono de los internets D:

Mónica Pavón Mardones viernes, marzo 12, 2010 12:12:00 p. m.  

A mí no me convenció Stephens, ni tampoco Klein. Ambas son figuras totalmente abanderizadas con ideas demasiado extremas.

Opté, hace mucho tiempo ya, de no preocuparme por estos temas. A hacer mi pega bien, vivir haciendo caso a mis principios y pasárselos eventualmente a mi progenie.

La consigna "cada pueblo tiene al gobierno que se merece" me hace más sentido que cualquier otro slogan político que haya escuchado en el último tiempo.

Myriam sábado, marzo 13, 2010 10:22:00 a. m.  

Jorge: es una continuidad. Paradójicamente el único candidato que presentaba "cambios" al sistema era Frei (casi creo que lo pusieron para no tener que cambiar nada =P).

El Pulemto: ¿cómo en Internet no está todo? Damned! XD

Mónica: Klein me cae bien, pero me me simpatizó especialmente en este caso posiblemente por oposición, Stephens es tan pelotudo que cualquier opinión con sentido común a su lado pasa por inteligente.
Preocuparme por estos temas es casi un divertimento seuso filosófico para mí. No sé, me entretiene.
Lo del "pueblo" es otro tema a discutir. Admiro (porque no entiendo) a la gente como Allende que le tenía tanto amor. A mi usualmente me produce desprecio =P

Narvandi lunes, marzo 15, 2010 2:42:00 p. m.  

Miry:

WTF!!!!!!!!

Revisa mi blogsh

un besote.

Myriam lunes, marzo 15, 2010 2:51:00 p. m.  

Narvandi: jajajaja... gente ociosa de la que no falta en el mundo. Aplique borrar no más ;)
Besos!

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