martes, 9 de marzo de 2010

Una semana después

Una semana antes del terremoto yo estaba cómodamente sentada en un restaurant frente al mar en Talcahuano, disfrutando de unos locos al pil pil, mientras un chico nos amenizaba el almuerzo tocando un repertorio de lo más ecléctico junto a su acordeón. Ese día visitamos el Huáscar y dimos un pequeño paseo en lancha para ver la bahía de Talcahuano, los astilleros de ASMAR, las loberías y divisar al fondo la hermosa caleta Tumbes. Al día siguiente volvimos a Santiago.

Una semana después de eso no quedaba nada. Los lugares por donde anduve, el local donde almorcé, las calles por las que caminé, las casas por las que pasé, la gente que vi o con la que hablé... todo eso hoy está en el suelo o peor: no existe. Está convertido en pedazos de maderas que desde el cielo parecen un desorden de lápices sobre el barro. Todavía me cuesta creerlo.

Una semana antes nos maravillábamos de los paisajes y la gente del sur. Una semana después la tierra se movía de un lado a otro bajo nuestros pies botando gran parte del país al suelo.

La bahía de Talcahuano. Caleta Tumbes entre la bruma matinal. Foto tomada el viernes 19 de febrero.


No soy particularmente emotiva, pero debo confesar que ver las imágenes de pueblos enteros en el suelo me conmovió. Me sentí de alguna forma parte de todo eso, parte de este país del fin del mundo campeón en desastres naturales, donde cada cierto tiempo un aluvión, un terremoto o una explosión volcánica nos arrebata un pueblo o una ciudad completa, borrando la historia de un plumazo, como sólo la naturaleza sabe hacerlo.

Quizás por eso somos un país con tan mala memoria, un país que olvida y reconstruye a cada rato su historia, porque hay pocas maneras de disfrutar el presente cuando se tiene la espada de Damocles permanentemente colgando sobre uno.


**Con esto inicio una serie de entradas en las que hablaré sobre el famoso terremoto, suspendiendo un poco lo que tenía programado. Ya saben, uno propone y la naturaleza dispone.


Se sigue necesitando todo tipo de ayuda, estés donde estés, sólo hace falta que quieras y puedas. 
Si quieres y puedes, sólo haz un click aquí.

8 comentarios:

Mónica Pavón Mardones martes, marzo 09, 2010 6:00:00 p. m.  

Me pasa lo mismo con Concepción... Yo creo que por este tipo de cosas tenemos mala memoria. El dolor nos anestesia demasiado y entre recordarlo constantemente y vivirlo una y otra vez, preferimos esto último.

Myriam martes, marzo 09, 2010 6:07:00 p. m.  

Es como una barrera natural que hemos levantado como país porque si recordáramos todo el dolor, creo que hace rato nos habríamos cambiado de continente =P.

Anónimo,  martes, marzo 09, 2010 7:22:00 p. m.  

Coincido con ustedes... en este terremoto entendí tantas cosas: por qué andamos siempre preocupados sin razón aparente, por qué no nos gusta ostentar, por qué se prefiere demoler edificios preciosos y cambiarlos por una mole de cemento.

A mi de me cayó la infancia. El edificio donde vivía está con decreto de demolición firmado: el puente viejo ya no existe, hualpén es un desastre, tomé y penco, otro.

Any martes, marzo 09, 2010 10:51:00 p. m.  

Como no conmoverse viendo los lugares donde uno estuvo (en tu casa hace tan poco) en ruinas, la gente en la calle, desesperados porque se quedaron sin nada, porque perdieron familiares, amigos ... imposible no angustiarse.
La verdad uno no sabe que decir, hay momentos en que las palabras no sirven de nada. Hay que hacer mas que decir.
Cualquier cosa que necesites, o en lo que pueda serte útil, contá con eso, mandame un mensaje.
un abrazo

Any martes, marzo 09, 2010 10:52:00 p. m.  

"en tu caso" quise decir y escribí cualquier cosa.

Myriam miércoles, marzo 10, 2010 10:52:00 a. m.  

Alejandra: nuestra generación, como pocas, ha visto su infancia borrada primero por el boom inmobiliario y luego con el terremoto. Para mí Concepción también forma parte de mi infancia, allí viven mis tíos y desde pequeña voy a pasar mis vacaciones allá. El cerro Caracol era mi segundo jardín, la UdeC, el Parque Ecuador, la laguna de San Pedro, la desembocadura, todos esos lugares me traen muy buenos recuerdos. Espero volver allá y tener otros aún mejores de una ciudad renacida.

Any: yo tengo la suerte de ser más espectadora que protagonista. Pero tengo un lazo con el sur, me unen con esas tierras y esa gente mucho más que varios años de vacaciones. Y eso es lo que más me conmueve, me abruma.
Muchas gracias por tu preocupación y apoyo. Es muy lindo sentir eso de gente que uno no conoce personalmente, sino por palabras intercambiadas en la virtualidad. Un abrazo enorme y nos mantenemos comunicadas, amiga mía.

Narvandi miércoles, marzo 10, 2010 2:24:00 p. m.  

Hola guapa

Tu viste tu veraneo en el suelo, yo mi ciudad, mis lugares todo.

pero se reconstruye, de poco pero se ahce.

los extrañaba.

un beso

Myriam viernes, marzo 12, 2010 11:38:00 a. m.  

Narvandi: Bueno, en realidad no es sólo mi veraneo como expliqué arriba, también es parte de mi vida.
Abrazo enorme y espero que estés muy bien =)

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