Despedidas

No sé qué carajos decir. Todavía tengo un par de lágrimas atrapadas entre el corazón y la garganta. En estos minutos un amigo que quiero mucho va en un avión viajando a Canadá. No sé cuándo lo volveré a ver.

Llegó un día invitado por un amigo en común a jugar rol. Recién había comenzado mi relación con mi novio en ese entonces, hace 4 años. Hicimos un grupo y nos fuimos a El Quisco por un fin de semana a comer rico, jugosear y, básicamente, a jugar rol. Así comenzamos a darle vida al mundo de Kraetoria a través de nuestros personajes: un mago (loco) a cargo de Gino, un rogue a cargo de Tobi, una elfa verde (que odia profundamente a los humanos) y un enano valeroso, Eric.

Pasamos fines de semanas enteros jugando, donde entre ataque y ataque de los malditos humanos, echábamos la talla y nos contábamos nuestro día a día, pelábamos al gobierno, analizábamos alguna idiotez e indefectiblemente terminábamos citando a más de alguna eminencia. Nuestras conversaciones comenzaban en las tierras élficas para terminar en alguna volada pseudo filosófica que rápidamente decantaba en bromas de doble (y triple) sentido.

El mundo que compartíamos era el mundo de fantasía de AD&D. Nuestro propio mundo: Kraetoria. Vivimos muchas aventuras allí, viajamos y combatimos codo a codo matando a humanos y exterminando a muertos vivientes. Incluso nos enfrentamos a una especie de dios... fue en esa batalla épica donde su personaje murió, dignamente, peleando hasta el final. Emocionados, nos mirábamos unos a otros con la garganta apretada, esperando un milagro.

No sucedió, pero Eric no se quería perder ni un minuto de la campaña, así que rápidamente se creó otro personaje. Otro enano, tan valiente, fiel y luchador como el primero. Así es mi amigo, por eso sé que donde vaya le va a ir bien... porque va a pelear hasta el final y jamás va a bajar los brazos.

Con Eric, a pesar de no verlo a diario, a pesar de que nuestros encuentros estaban limitados en tiempos y temáticas, surgió un lazo espontáneo... no, no era el amigo íntimo, era ese amigo que quieres entrañablemente, que te gustaría que estuviera en los momentos importantes y en los divertidos, que admiras y que, en el fondo del corazón, te alegra que existan en esas personas en el mundo... y que tengas a una de ellas cerca tuyo.

Por eso me da pena que se vaya lejos, que ya no bastará un mail o una llamada telefónica para acordar la próxima junta... ahora nos separarán no sé cuántos miles de kilómetros de distancia.

Pero una parte de mi también está contenta por Eric. Porque tengo una confianza ciega en él y en su talento, porque sé que donde vaya le irá bien y donde sea triunfará.

Otra despedida más en este año. Al menos sé que esta vez no es un para siempre, sino sólo un hasta pronto.

Hasta la próxima campaña, Eric!
Salud!