miércoles, 22 de octubre de 2008

Hasta siempre, intruso...



El gato de los ojos naranjos se fue. Hace aproximadamente tres semanas que no sabemos nada de él. Así como llegó, intempestivamente, de la nada... así mismo se fue, sin dejar un rastro, sin decir adiós.

Es raro. Cuando llegó a mi casa escribí que me perseguía la idea de que el gato naranjo hubiese tramado un cuidadoso plan para adoptarnos, para infiltrarse en mi familia como si siempre hubiese vivido entre nosotros. Era un aparecido que buscaba nuestro cariño.

Y se ganó nuestro cariño. Todos los días alguno de nosotros salía a ponerle algo de comida y agua en sus pocillos improvisados. Él se la pasaba enrollado en el piso de la entrada o durmiendo la siesta entre las malezas del jardín. Cuando nos veía salir nos maullaba con su voz chillona, como si nos preguntara algo. Y si se nos ocurría dejar un poco abierta la puerta no tardaba en entrar y pasearse como Pedro por su casa.

Pero hace tres semanas que ya no ronda mi puerta. Simplemente un día desapareció. Al comienzo no lo notamos porque finalmente era un gato de la calle, no era ‘nuestro’ gato... pero al cabo de los días comenzamos a echarlo en falta. Nos terminamos acostumbrando a su peluda felinidad naranja en la puerta de entrada.

Y aunque fueron sólo dos escasos meses los que alcanzó a ‘estar con nosotros’... yo lo echo de menos. Echo de menos su patudez... su sincera patudez, sus ansias de ser un miembro de mi familia, su tono chillón y su cola despeinada.

Según mi mamá el gato se murió. Es probable. Pero lo cierto es que las cosas que llegan y se van intempestivamente nunca mueren realmente. Son eternos puntos suspensivos, son paréntesis en el espacio tiempo.

Por eso, cada vez que me acuerde del gato de los ojos narajos, esperaré que salga de algún rincón a mi encuentro y me mire con sus ojos de mandarina, mientras su cuerpo peludo pasa, alegre y mimoso, junto a mis piernas.

5 comentarios:

Anónimo,  miércoles, octubre 22, 2008 11:12:00 p. m.  

Como quien fácil llega, fácil se va, pero lo malo es que se lleva con él parte de nosotros y algo de él queda rondando cerca.

Hermoso relato :D

Saludos

Nicolás jueves, octubre 23, 2008 2:45:00 p. m.  

No quiero ser pesimista, pero en mi barrio, los linyeras se comen a los gatos, los perros, las ratas, los nenitos...
Tomálo como una idea...

Anónimo,  jueves, octubre 23, 2008 2:57:00 p. m.  

Disculpa Nicolás pero, ¿Qué son los linyeras? :S

Myriam jueves, octubre 23, 2008 3:00:00 p. m.  

Sí, yo también quiero saber... me imaginé cualquier cosa fea comiéndose al gato o_O

El Diablo Des. jueves, octubre 23, 2008 3:05:00 p. m.  

Tampoco yo lo sé.

En cuanto a Sr. Intruso, esperemos que este bien.

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